La procesión de la Borriquilla marca no solo la entrada de Jesús en Nazaret en Jerusalén, sino también el cambio de estación. Pero lejos quedan esos años en los que se aprovechaba ese día para estrenar ropa, sobre todo los más pequeños de la casa. Se dejaba a un lado la ropa de invierno y se cambiaba por la de entretiempo. Era de esos días marcados en el calendario para los que el fondo de armario era escaso. Pero desde que Amancio Ortega bajó de Zara los estrenos ya están más al orden del día. Pero el Domingo de Ramos sigue teniendo olor a pasado de posguerra y la imagen que retenemos es en blanco y negro, con adolescentes de pantalón corto y niñas con lazo en el pelo y en su vestido recién estrenado.

La procesión de la Borriquilla salió de la ex colegiata de Cangas alrededor de las 11.00 horas y tras bajar por la calle Real dio la vuelta por la Alameda Vella hasta parar en las inmediaciones del palco de la música, donde el párroco, Severo Lobato bendijo las palmas, los olivos y los laureles que los fieles portaban, principalmente los más pequeños. Es un botín preciado que después los más viejos de la casa lo utilizan para curas milagrosas y hasta para realizar ricos manjares. Por alguna razón, la palma se impone en los últimos tiempos a los ramos de laurel, aunque sorprende ver cada vez a más gente portando olivos, como en aquella Jerusalén de la Biblia.

En Moaña la presencia del animal en la procesión, sobre el que iba montado una niña, fijaba las miradas. La bendición se realizó desde el palco de la música de la Alameda de Moña para después regresar al templo. Ayer hubo que esperar por párroco, que en Semana Santa no dan hecho, y llegó a la iglesia con algún retraso.

Muchos fieles en las dos procesiones. El tiempo respetó la salida de las procesiones de la Borriquilla y dio esperanzas a lo que queda de la Semana Santa, sobre todo a la de Cangas, que sigue pendiente de las mujeres y los hombres del tiempo. Pera ayer ya se cumplió una máxima de la Semana Santa: si la procesión de San José sale, también lo hacen todas las demás. Es algo que por alguna razón se cumple todos los años. Y lo cierto es que en la procesión de San José se celebró en Cangas sin que la lluvia lo impidiera. Así que hay optimismo y fe, mucha fe entre los cangueses.