Era una de esas escasas ocasiones que había más gente en el templo que fuera, esperando que saliera la procesión. Ayer muchos habían desistido de acercarse a la ex colegiata, convencidos de que la lluvia haría acto de presencia. Los marineros tuvieron que soportar numerosas preguntas del público sobre si despejaría lo suficiente para que la procesión pudiera salir. La mayoría acertaron. Su apuesta era que sí, que las nubes desaparecerían y la procesión podría salir sin problemas. Y así fue. Eso sí, el recorrido corto para no tentar al diablo. La comitiva bajó la calle Real y trazó por Eduardo Vincenti rodeando la Alameda Vella para regresar a la ex colegiata.

Es muy emotivo el momento en el que los costaleros retiran a la Virgen de Los Dolores de su pedestal donde está situada en el templo y la suben a hombros. Es un momento delicado, de gran concentración, donde las mujeres están pendientes de las horquillas que después reparten entre los 32 costaleros para asegurar el paso en ese balanceo típico de marcha procesional. Nada más salir de la ex colegiata, la Banda de Música Bellas Artes entonó el himno gallego. La Virgen de Los Dolores lucía su manto nuevo y un frondoso paisaje de orquídeas vestía los pies de la cuidada imagen que, como acostumbra, procesional bajo palio. La Cofradía de Los Dolores lucía sus mejores galas y se echaba en falta el que fue por años su jefe de portadores.

Por primera vez en años, Protección Civil se ocupó de despejar de gente ambos lados de la calle Real, lo que permitía que el paso fuera más holgado. Al final de la calle Real la imagen giró sobre sí misma para bendecir a los devotos en una suerte nada comparable al momento en el que los costaleros alzan la imagen a pulso entre aplausos y alguna lágrima de los asistentes, que ayer eran pocos. No solo el mal tiempo tuvo la culpa. También el puente vacacional.