Moaña optó por arriesgar y mantuvo el Enterro da Sardiña, una de las citas más concurridas en los carnavales de la comarca. La lluvia se apiadó de los más antroideiros y, pese a las granizadas de la mañana, el sol salió por primera vez en muchos días para iluminar unas calles del casco urbano llenas de colorido. Eso sí, cuando empezó la marcha volvió a caer agua. Miles de personas acompañaron a la Sardiña y despidieron la fiesta pagana por excelencia hasta dentro de un año. A las 13 comparsas de Moaña, con sus carrozas y disfraces colectivos, se les unieron otros grupos de este estilo llegados de Aldán o Cangas.

Algunos de los disfraces más curiosos los lucieron los vecinos particulares como un grupo de amigos que se presentaron engalanados como un pack de botellines de cerveza. Uno de los disfraces colectivos más llamativos fue el del barco de Popeye, con una tripulación entera.

Los disfraces de animales fueron muy socorridos en plena bajada de las temperaturas. Como en otros tantos puntos de la geografía morracense, el dibujante de manga Akira Toriyama no se quedó sin su homenaje. Curiosa fue la pareja formada por sus personajes de dibujos Arale y Son Goku.

El tiempo inestable retrasó el inicio del desfile hasta las 17.30 horas. Aunque este retraso también se debió a la larga noche de fiesta, pues la madrugada del sábado para el domingo concentró a cientos de personas en la carpa del paseo marítimo. Actuaron las comparsas y hubo sesión de música electrónica casi hasta el amanecer.

En el desfile de tarde el baile constante hizo que los asistentes se resistiesen a dar por finalizado el carnaval y la noche llegase antes de que se procediera al tradicional ritual de quemar la sardina gigante que presidió en todo momento la comitiva. La quema se produjo sobre las 20.15 horas en el barco "Lola", del marinero David Costa.

Las calles del centro pasaron a ser un mundo de fantasía en el que unos granjeros se cruzaban con unos marineros, o unas princesas con su castillo móvil descendía por la calle Ramón Cabanillas detrás de un trabajado disco-chimpín que reunió a un grupo importante de personas disfrutando de la potencia de sus altavoces.

Un espectáculo pirotécnico puso el broche de oro a uno de los entroidos más pasados por agua que se recuerdan en la villa.