Un punto de inflexión en su trayectoria fue el accidente ocasionado por la explosión de la caldera en 1986. A partir de ese momento y a pesar de la crisis sufrida por la industria conservera, invirtió en la incorporación de nueva maquinaria y gracias a ello se fue aumentando la producción, sin perder su origen artesanal. Se pasó del envasado de 15.000 a 30.000 latas diarias, aumentó el personal, hasta llegar a tener unos cien empleados, y se empezó a distribuir la marca Balea, de sardinilla y mejillón.

Cangas nace del mar. Los primeros asentamientos a pie de costa están estrechamente vinculados a las labores de pesca. Más adelante, la evolución natural de los procesos productivos provoca que la salazón pase a ser la primitiva manera de conservar, y por lo tanto de poder exportar más allá de la costa los productos pesqueros. Por entonces, la oscilación de los precios de la sal o del número de capturas empuja a alternar buenos y malos momentos para Cangas. La riqueza y la pobreza también vienen del mar en ese tiempo.

La conserva de pescado en latas, tal como la conocemos hoy, no llega a nuestro entorno hasta finales del siglo XIX, de la mano de entusiastas empresarios llegados de fuera de Galicia que localizan aquí aquellas primitivas factorías de conserva. La esterilización del pescado y el envase que lo contiene permiten su conservación casi indefinida. En este caso la tecnología viene de Francia, donde ya llevaban años aplicándola en su industria, lo que significa que a Galicia se incorporan ya los últimos avances en este campo, que mejora significativamente el rendimiento y aumenta la rentabilidad de esos procesos.

En esa época abundaba la sardina en nuestras aguas y, tras ella, mejoraron mucho las condiciones de vida de los cangueses y canguesas. No hay que olvidar que la mano de obra precisa para la industria conservera no entendía de discriminación laboral por sexos, al menos en lo relativo al número de operarios que en ella trabajaron. En la última década del siglo XIX conviven las fábricas de salazón y de conserva, que van acaparando protagonismo y se convierten en el primer sector industrial capitalista de las Rías Baixas debido a la desaparición de la sardina en las costas de Bretaña, que era entonces la primera potencia mundial.

En Cangas, la primera fábrica conservera aparece en 1891 en Balea, siendo primero una fábrica de salazón y luego conservera. En la década siguiente van desapareciendo las salazones y consolidándose las conserveras, y su número crece con el paso de los años hasta llegar a 25 en 1941. Industriales autóctonos conviven con apellidos foráneos, como Paganini. Entre A Congorza y Rodeira, sobre el paisaje de la costa canguesa se izan factorías conserveras que protagonizan el despegue industrial de la villa, empleando mucha mano de obra, mujeres la mayoría, y utilizando técnicas de producción técnicas de producción modernas.

Alrededor de la nueva industria se desarrollaron distintos sectores auxiliares: aserraderos, fábricas de envases de hojalata, de cuerdas, maquinaria de fabricación, litografía, fábricas de hielo... Los marineros y campesinos empiezan a ver aumentados sus ingresos gracias a las nuevas actividades industriales.

El homenajeado

Manuel Lago Paganini, hijo de Cornelia Paganini Montemerlo y de Manuel Lago Bastos, y hermano menor de Marta y Concha, nació el 1 de enero de 1943 en el número 25 de la calle Montero Ríos de Cangas de Morrazo, en el primer piso de la tienda Ultramarinos Casa Lago, regentada por su padre.

Su familia materna, proveniente de la ciudad italiana de Génova, se instaló en Cangas a principios del siglo XX. Pero fue en Salgueirón donde su abuelo, Guido Paganini, estableció su primera fábrica de salazón. Hacia 1915, su tío abuelo Pietro Montemerlo fundó "Salazones Montemerlo" en una nave del muelle de Ojea.

Así pues, Manuel Lago vivió desde niño el mundo de la conserva muy de cerca, y no sólo de pescado, ¡en su casa también se conservaban setas en adobo!

Estudió en el colegio de los Jesuitas de Vigo y en los Salesianos de A Coruña, y muy pronto despuntó en la que sería su gran afición: el fútbol.

Destacado futbolista

A finales de los años cincuenta empezó a estudiar la carrera de Ingeniería Técnica Industrial en Vigo, que se vio interrumpida por su entusiasmo por el fútbol. Formó parte de los equipos del Alondras y del Deportivo, viajó para probar suerte con el FC Barcelona, y participó en la selección gallega de fútbol en el año 1960. Las importantes lesiones de rodilla que sufrió le obligaron a abandonar el deporte y a partir de entonces se dedicó por completo a la fábrica familiar.

En sus primeros años aprendió el oficio conservero de la mano de su padre y de sus tíos Antonio Paganini y José Lago, pero pronto se profesionalizó con los avatares del día a día y con su riguroso trabajo. En 1968 se casó con Montse Yebra Puig, curiosamente también vinculada con el mundo de la conserva y con la que tiene cuatro hijos: Montse, Sandra, Paula y Manuel. En los años 70 y 80, con unos 40 trabajadores, Lago Paganini elaboraba conservas de mejillón, sardinilla y sardina de las Rías Gallegas.