Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Las cartas de Amando Iglesias

Manuela nunca aprendió a leer, así que durante años guardó en un baúl las cartas que su marido les había escrito a ella y a los niños antes de ser fusilado. Las guardó hasta que Rosa, su hija mayor, que tenía tres años cuando se quedó huérfana, pudo leérselas una y otra vez. Unas cartas en las que Amando proclamaba su inocencia: "Si alguna vez os preguntan quién sois, decid que sois los hijos de Amando Iglesias Pérez y todo el mundo os va a respetar, y todo el mundo os va a querer".

Y así fue. Los que habían sido sus compañeros de tripulación llegaban siempre al puerto de Marín con pescado, para que Manuela tuviese con que alimentar a sus hijos, o producto para vender.

Nunca se olvidaron de la familia de quién fuera el presidente de su sindicato. Los fascistas le acusaron de haber ordenado a los barcos que tocasen la sirena para convocar la huelga general en contra del alzamiento militar, y fue suficiente para fusilarlo el último día de 1936. Desde entonces, en su casa jamás se volvió a celebrar un fin de año. Su historia sigue viva en su hija Rosa, que la contó para que fuese recogida en "Un cesto de mazás".

Compartir el artículo

stats