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"Ya ni lloro cuando digo que en Siria no queda nada"

Un exmédico sirio afincado en Cangas ofrece su colaboración para hacer de traductor con los refugiados que lleguen a la comarca

A.B., que ofrece su colaboración como traductor a los concellos de la comarca, ayer en Cangas. // G.N.

"En Siria ya no queda nada, me he hecho tan duro que ya ni lloro cuando lo digo. Es imposible entender que no derrame una lágrima cuando me muere un hermano o mi madre en un bombardeo, no lo entiendo". Con rencor y tristeza en la mirada y en sus palabras, al igual que muchos sirios que abandonaron el país en las últimas décadas y en la actualidad sufren desde la distancia la situación que atraviesan sus compatriotas, un exmédico sirio afincado en Cangas, y que prefiere preservar su identidad, charla con FARO con la impotencia de "haber perdido tanto, que ya no me importa lo que pueda pasar". Durante la conversación señala que "mientras hablamos, están cayendo bombas en Siria y en otras zonas. Todo lo que te puedes imaginar cae del cielo contra la población civil".

Hace casi cinco décadas, un joven nacido en Damasco decidió abandonar su país y trasladarse a España. A principios de los años 70, inició sus estudios de Medicina en la capital de Galicia. Una etapa de su vida que recuerda con nostalgia: "Cuando llegúe a Santiago compartí piso con varios chicos. A los pocos días, casi se peleaban para que el fin de semana los acompañase a sus aldeas y hasta me presentaron a las familias". "De aquella no había racismo", afirma", y se lamenta: "¿Cómo de repente se ha convertido el mundo en lo que es hoy en día?".

La formación académica en Medicina le permitió ganarse la vida en el área de cardiología de un hospital vigués hasta que se jubiló hace unos años. A día de hoy, todavía prefiere no contar cómo dejó atrás Siria, país que visitó por última vez pocos meses antes de que diese comienzo la guerra civil, un conflicto que no define como tal, sino como "una revolución que fue reprimida violentamente con todo el armamento que había". Por las represalias que podría sufrir la familia que a día de hoy tiene en Damasco, ciudad bajo el control del gobierno, prefiere que no se le identifique, por lo que se le nombrará bajo las iniciales A.B.

A medida que va relatando su marcha del país sirio, la familia que ha perdido por el conflicto y la situación que atraviesan en la actualidad sus compatriotas, el dolor comienza a aflorar, aunque sin lágrimas. Confiesa que se ha hecho "tan duro que ya ni lloro por la muerte de una madre o un hermano".

Con la preocupación y la experiencia que le otorgan sus 65 años, el médico ya retirado y que vive en Cangas con su familia, no duda en prestar su colaboración a los refugiados sirios que en los próximos días se espera que lleguen a distintas localidades de la comarca de O Morrazo. A principios de semana, A.B. acudió al Concello de Cangas para ofrecer su colaboración como traductor en las tareas que el consistorio o los organismos municipales de Bueu y Moaña pongan en marcha con el objetivo de dar acogida a los refugiados sirios. Durante su trayectoria profesional, A.B. también prestó sus servicios como traductor a la organización sin ánimo de lucro Médicos Sin Fronteras en Vigo.

La realidad de los refugiados no es ajena para A.B, quien la ha experimentado de manera directa. Hace dos años, una de sus hermanas consiguió llegar a Alemania con su hija, su nieta y su yerno. En España, también tiene afincados a varios familiares.

A.B se muestra tajante al explicar la situación de los miles de sirios que en los últimos meses, y en las últimas semanas en mayor cantidad, han optado por huir del país: "Sigo teniendo contacto con gente de allí, con mi familia cada tres o cuatro días, y la situación es insoportable". "Es entendible, aunque triste, que paguen 2.000 o 3.000 euros por una travesía a cara o cruz", explica el exmédico. Los que superan las duras condiciones de las rutas de huida "no llegan a Europa buscando un trabajo, que no se preocupen; solo quieren salvar su vida y la de sus familiares. Vienen desesperados", sentencia. Ante la situación insiste en que "si se presionase a los gobiernos para que se solucionase el problema de Siria, ningún país tendría que acoger a más refugiados" .

Aunque se muestra crítico con las actuaciones, "en ocasiones inhumanas" (como las imágenes vistas de la distribución de alimentos entre refugiados en Hungría) de los gobiernos occidentales, a quienes señala como principales culpables de la situación y los acusa de "no querer resolver el conflicto de manera pacífica", recoge las buenas actuaciones de la gente de a pie y distintas asociaciones y ONGs que están prestando su ayuda de manera desinteresada a los miles de refugiados que están llegando a Europa, facilitándoles alimentos, bebida, medicamentos, ropa y alojamiento.

Con resignación, A.B. también destaca el hecho de que "los medios de comunicación comiencen ahora a darse cuenta de que hay una realidad para contar", a pesar de que "imágenes como la del niño sirio que murió ahogado se nos olvide a las pocas horas de verla".

Con 65 años, una familia formada y asentado en la localidad de O Morrazo, A.B. asume que no podrá regresar a su país, o al menos como está concebido en la actualidad. A los que ahora abandonan Siria, como él hizo hace casi cincuenta años, les invita a que "se integren" antes de perder la esperanza de volver a su hogar.

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