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Samuel Aristizábal: "No guardo rencor ni odio; lo dejo en manos de Dios para que los ilumine"

El cura de Domaio, ayer. // Gonzalo Núñez

La familia que acoge al párroco de Domaio comenta que el día en el que perpetró la brutal agresión a Samuel Aristizábal varios vecinos vieron a un coche sospechoso en las inmediaciones de la casa rectoral. Era blanco y grande. Comentaban que era cuatro y que estaban durmiendo en el interior del vehículo. También afirman que los vieron bañarse en paños menores en la playa de A Borna, que está situada justo frente a la iglesia parroquial. Tal y como había descrito Samuel Aristizábal, se trataba de dos jóvenes altos y dos más bajos.

"Por las figuras y por sus voces no eran adolescentes", comenta el párroco al que aún le cuesta hablar por la operación de mandíbula a la que fue sometido. "Y yo le pongo más de 20 años", comenta. Tampoco cree que su testimonio fuese tan importante a la hora de detener a los menores y asegura que no les guarda rencor. "Ni tengo rencor hacia ellos ni odio. Lo dejo en manos de Dios, que los ilumine y ayuda a estabilizar sus vidas", comenta este religioso colombiano que llevaba desde el año 2012 en España y ejerciendo de párroco de Domaio menos de un año.

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