¿Y el pregón? Pues resulta que fue un clásico. No se esperaba otra cosa de un artista tan peculiar como Manolo Coia. Tuvo templanza para salir airoso del olvido de sus lentes contra la presbicia. Para algunos fue ingenioso, para otros no tanto. Él a quien quería ver en primera fila sería a los críticos, esos que dicen que se quieren apropiar de su obra hablando de ella de una forma que no se entiende.