El párroco de Cangas, Jesús Barreiro, volvió a sus quehaceres después de 16 días ingresado en un hospital a causa de una insuficiencia respiratoria. El domingo retornó a los oficios en la excolegiata, pero con la máquina de oxígeno cerca por si le hiciera falta. Va a cumplir 77 años el próximo 18 de julio y se encuentra agotado pero no hay sustituto para su parroquia. En los 36 años que lleva en la parroquia de Santiago de Cangas asegura que nunca la comarca de O Morrazo estuvo tan falta de curas como ahora y lo atribuye a la falta de vocaciones. ¿El problema? Jesús Barreiro afirma que es debido a "un cambio social, de valores, se mide el dinero y otras cosas, no la parte espiritual del ser humano ni el respeto a las personas".

En su caso el párroco de Cangas asegura que para seguir realizando el apostolado recibe la ayuda de compañeros, como Eduardo Mallo, pero ya está jubilado, y recientemente de un párroco joven de Colombia que pasa un mes de vacaciones en Cangas visitando a la familia que le ayudó a costearse los estudios, natural de Coiro, y aprovecha para echar una mano en la excolegiata.

Además de Jesús Barreiro, en la actualidad solo hay párroco en Coiro, Benito de la Iglesia, aunque también estuvo muy enfermo; en Aldán, Juan Pego y en O Hío, Alfonso Fernández, pero es jubilado del Ejército y debe atender también la parroquia de Darbo, que sigue sin titular desde el fallecimiento, hace unos dos años, de José Duro.

Jesús Barreiro se lamenta también de la situación de Moaña en donde solo hay dos curas para cinco parroquias y una población de casi 20.000 habitantes. Manuel Rey es párroco del Carmen y tiene que atender también la plaza de Tirán, que sigue vacante desde el fallecimiento de su párroco. En el caso de Manuel Barros tiene que atender cuatro parroquias: San Martiño, Meira, San Adrián (Vilaboa) y desde hace unos meses Domaio, por fallecimiento del párroco,, José Capelo, aunque en esta labor se ayuda por el cura del colegio de las monjas de Rodeira.

Manuel Barros asegura que formó en la parroquia de Meira un grupo de seglares, asiduos a la iglesia, que se encargan, aunque dice que en contadas ocasiones, de las celebraciones cuando él no puede. En ese grupo hay dos matrimonios jóvenes, dos lectores adultos y dos salmistas (encargados del canto). El párroco reconoce que estos seglares realizaron las celebraciones en casos muy contados pero admite que "la gente está muy animada y contenta". Lo que hacen son las denominadas celebraciones de la palabra que sustituyen a la misa, no hacen eucaristía pero dan la comunión que deja consagrada el párroco y realizan las lecturas pero sin homilías.

Fran y Susana, de 42 y 40 años, respectivamente, y trabajadores en el naval y como contable, son uno de estos matrimonios que se encargan de atender la iglesia en ausencia de Manuel Barros. Susana afirma que son casos puntuales, no en muchas ocasiones. La última vez que lo hicieron fue antes de Navidad y fue su marido quien presidió la celebración: "También podría hacerlo yo, pero parece que ellos lo realizan con más tranquilidad". Con este matrimonio también ayuda el otro formado por Derlis y Loli, que se alternan en esta responsabilidad. Susana asegura que ellos son simplemente "parroquianos" que hacen esto "porque vemos la necesidad de echar una mano a los párrocos porque están saturados", aunque reconoce que "pueda chocar entrar en una iglesia y ver a una persona que no es cura". Para esta mujer, madre de tres hijos de 9, 5 y 3 años, la situación actual le da lástima "porque la disponibilidad de un sacerdote no la tenemos nosotros, que tenemos un trabajo e hijos que atender. No es lo mismo que la disponibilidad que tiene un cura".

En Bueu, la falta de curas también es visible y solo dos parroquias tienen titular: la de Bueu, a cargo de Pedro Santos; y la de Beluso, en donde ejerce el cangués José Antonio Santos, de 44 años, y uno de los párrocos más jóvenes de la comarca. Por esta razón, quizás, él tiene claro y dice que hay que aceptarlo, que el rol ha cambiado y ya no puede existir un sacerdote por comunidad: "Vamos a un modelo diferente en el que hay que dar paso a los laicos".

José Antonio Santos reconoce que hay que cambiar la mentalidad de que "si el párroco está, la parroquia está viva, y si no está, está muerta. Son signos de otros tiempos y que hay que acometer cambios". Añade que las comunidades, las parroquias, tendrán que adaptarse a la nueva realidad "algo que, por cierto, ya pasó siglos atrás". En la actualidad lleva ahora solo la parroquia de Beluso, después de un tiempo atendiendo también la de Bueu hasta la llegada de Pedro Santos, y después de unos años al frente de cuatro parroquias entre Cotobade y A Lama. En aquel primer destino asegura que contaba con un equipo de 25-30 personas que trabajaban con él "porque los domingos era imposible estar en todas las parroquias, porque además en aquella zona las distancias son muy grandes, no como aquí. Durante la semana sí las recorría, pero los domingos no. Hay que pensar ahora que el sacerdote no puede estar para todo y que ese cambio se está dando en otros países".

Pone como ejemplo el caso del diácono, que está casado, Francisco Dopazo que se encarga de Cela, Ermelo y Ardán y "todo está bien atendido".