No cabe duda de que "a todo porco lle chega o seu San Martiño". La tradición volvió ayer a reunirse en la zona de Redondo, en Moaña, donde el matarife Cándido Couso visitó el hogar de la familia de Luisa Curro y Marcial Fervenza, unos moañeses que dos veces al año reviven este tradicional evento que pervive a pesar del paso del tiempo. Aunque algunos comentan que "isto xa non é o que era", lo cierto es que el ritual de la matanza sigue concentrando a personas de todas las edades dispuestos a colaborar en la preparación del animal.

Antes se realizaba una matanza "con coitelo, moitos berros e entre veciños", pero las cosas han cambiado. Ahora cuentan con la colaboración de un profesional que se encarga de rematar al cochino con un tiro de aire comprimido en la cabeza, que evita el dolor y los incómodos chillidos del cerdo durante su agonía. Cándido Couso es un veterano matarife de cochinos, que desde hace más de una década se ha especializado en esta matanza "máis moderna", que defiende frente al antiguo método.

En apenas unos minutos el profesional acaba con la vida del cerdo. A continuación, comienza un trabajo laborioso en el que participan hijos, yernos y demás familia y conocidos. Incluso los más pequeños presencian el proceso, dando un toque de inocencia y alegría a la cita. Todos saben perfectamente qué hacer en cada momento aunque, en caso de duda, consultan a Luisa Curro, que es la encargada de preparar las morcillas y las vísceras para su posterior degustación. Su experiencia la ha convertido en la guía de la matanza y, aunque reconoce que siempre da un poco de pena sacrificar al animal, sabe que de este acto resultan "moitas e moi boas comidas".

Tras chamuscar el pelo, ahora con soplete, y vaciar las vísceras, el cerdo queda a buen resguardo para continuar con el trabajo más laborioso. Y es que, es necesario "que enfríe a carne para poder continuar co proceso". Al día siguiente de la matanza, continúan los trabajos. "Fan falta moitas horas para despiezar ao porco, non é difícil pero necesito axuda", explica Luisa Curra. Cuarenta años avalan la experiencia de esta moañesa, a la que le encanta preparar cada domingo un buen cocido de tamaño familia y "na cociña de ferro".

Del animal se aprovecha prácticamente todo aunque, hoy en día, "xa non é o mesmo e tiramos algunhas cousas que xa non fan tanta falta". "Antes matábamos dez e quince porcos nun mesmo día e a todos lles facía falta a carne, agora a costumbre non se mira tanto pola zona porque moitos xa van vellos", reitera.

En los últimos meses se ha notado un pequeño incremento en el número de familias jóvenes que compran cerdos para criar en casa y garantizar así las demandas de carne porcina. A pesar de que requiere "moitos sacrificios", el resultado satisface a los criadores, ya que ayuda a pasar un invierno con unas buenas provisiones de alta calidad. "A todos nos gusta ter un bo lombo caseiro no conxelador, aínda que para iso teñas que estar pendiente da crianza dun animal", explican.