“Fantastic!”, expresaba a media tarde de ayer, mientras anclaba la pasarela al muelle, uno de los tripulantes del vistoso barco cuando le preguntaron por el paisaje morracense. Era el segundo intento de amarrar a tierra firme, ya que sus dimensiones le obligaron a esperar turno hasta que otros buques dejaron espacio libre, y a su costado de babor se fueron concentrando decenas de personas invitadas por su imponente perfil y el exotismo de los navegantes.

“Cada año hacemos distintos viajes, que duran entre una y tres semanas”, explica una veterana tripulante, en una mezcla de español, inglés y francés. Sus clientes son instituciones públicas y privadas, empresas que lo utilizan para actos promocionales, recepciones y fiestas, e incluso aventureros individuales a quienes el “Oosterschelde” le brinda la oportunidad de surcar los mares impulsado por la fuerza del viento. Lo hace desde la década de 1990, cuando el barco, construido en 1918 como buque de carga y que experimentó distintas remodelaciones a lo largo del siglo XX, fue adquirido por la fundación “Het Rotterdamse Zeilschip”, que, con la ayuda económica de un gran número de instituciones, empresas y particulares, promovió una restauración a fondo para devolverle su estampa original y estableció su puerto base en Rotterdam.

Variadas travesías

La oferta de la goleta incluye viajes de uno o varios días por el litoral de los Países Bajos, y otras rutas más largas, entre las que su tripulación recuerda travesías por el Mar del Norte, la Antártida o, como en esta ocasión, la costa de África. “Es una magnífica experiencia”, reconoce una de las ocho tripulantes mientras ponen a punto el material y se aprovisionan de víveres para ellos y las 22 personas que están a bordo. Es, aproximadamente, el número habitual en un viaje de estas características, aunque en las recepciones y fiestas pueden enrolarse más de 120 personas. Tanto el número de tripulantes como de pasajeros dependen de las condiciones de contratación, cuyos ingresos sirvan para mantener esta histórica goleta.

En las tres semanas que dura la actual travesía entre el centro de Europa y el centro de África le esperan paisajes variados y distintas condiciones climatológicas. Hasta ahora han sido “bastante buenas”, pero la borrasca que entra por el Atlántico y la belleza del litoral gallego les aconsejó ganar tiempo en el interior de las rías. Primero recalaron en Muros, el miércoles trasnocharon frente a la playa de Vilariño y ayer lo hicieron en la punta del muelle de rederas, junto al pantalán del puerto deportivo de Cangas. Su entrada en la dársena despertó mucha expectación, que se truncó al comprobar que no había sitio para amarrar y el que buque hacía además de cambiar la orilla de la ría. Finalmente fondeó frente a la escollera hasta que se hizo un hueco en el puerto y la “Oosterschelde” adormeció amarrada a Cangas.