Es un enigma, dice el artista moañés Roberto Brañas, respecto a esta instalación de madera en forma de silla, de más de cuatro metros de altura, que ayer él contemplaba desde el barrio de Couso, en la parroquia de Meira, y que apareció por sorpresa el fin de semana pasado. Ayer sobre la madera se podía leer a rotulador: "No subir, es peligroso" mientras que un visitante también escribió: "Quería subir pero se movía mucho". Decenas de personas se acercaron ayer hasta este monte, a más de 300 metros sobre el nivel del mar, para ver de cerca la silla y ya ha surgido un movimiento para salvarla como en su día se hizo con el "indulto" al cartel del toro publicitario de Osborne que plagaba las carreteras.

"El pueblo comenta, pero nadie sabe decir quién la puso, algunos dicen que si será para una antena...", añade Roberto Brañas que apuesta por alguien relacionado con el arte.: "Aunque la pieza es extraña, a mí me gusta".

Todas las miradas apuntaban ayer al arquitecto y escultor moañés, Juan Fernández Rivas, que, sin embargo, niega que sea el autor. Reconoce que varios vecinos le paraban en la calle para comentarle: "Ya hay trono para el Fisgón", en alusión a la escultura en piedra, también gigante, de 4 metros de altura, que se instaló en el paseo de Moaña dentro de su proyecto de mejora de este entorno y que simboliza la figura de un marinero. La obra de Manuel Varela es ya un emblema en Moaña.

Rivas acudió a visitar la silla y asegura que le parece un "sitiazo" para realizar este tipo de intervención: "El que lo haya hecho lo dirá", dice el arquitecto y escultor de Moaña. "Al que la hizo le felicito, aunque ya veremos lo que es. En todo caso, forma ya parte del paisaje", añade Rivas quien resalta el hecho de que quien colocó esta silla artística lo hizo en un sitio histórico, donde antiguamente se ubicaba una torre: "Todavía hay restos de la traza de la planta en el lugar", asegura Rivas tras dejar la colina.

Los terrenos en donde se ubica la silla son de propiedad privada, aunque están dentro del ámbito de la Comunidad de Montes de Meira, cuyo presidente Luis Lemos, seguía sin saber ayer, la autoría de tal instalación. Lemos subió por la tarde hasta el monte de A Torre, que debe su nombre a una antigua fortaleza defensiva del siglo XV que desapareció en las segundas guerras Irmandiñas, para ver de cerca la silla y se llevó la misma impresión que el resto de las personas que allí estaban: "Se está impresionantemente bien".

Lemos no puede decir que es esta silla "pero tiene su intríngulis. Quizás el mensaje que quiso dejar el autor es que nos sentemos a mirar". Al presidente de los comuneros le llamó la atención las frases escritas en la madera y no puede precisar si el propio autor dejó la de "No subir, es peligroso". Lo cierto es que la silla sí está mal anclada al suelo, tiene tornillos pero están mal sujetos a la piedra o a la tierra y con cualquier golpe de viento, toda la estructura, que está unida por herrajes, podría caer".

El monte de A Torre fue objeto de una limpieza por parte de la Comunidad de Montes que taló eucaliptos y abrió un sendero para acceder a pie. En la zona ubicó un panel con una reproducción de la antigua torre y del petroglifo de los alrededores.