Manuel Nantes es un marinero de Bueu que también es tripulante del "Alakrana" y se encuentra en casa de vacaciones. En teoría tenía que embarcar el próximo día 20, una fecha que ahora dependerá del desenlace del secuestro de sus compañeros. "La empresa armadora me llamó la semana pasada para preguntarme cómo estaba y si estaba dispuesto a volver a la zona", explica Manuel. Su respuesta no pudo ser más clara: "Estoy casado, tengo un hijo en la universidad y una hipoteca. Claro que estoy dispuesto a volver, no me queda otra salida", subraya.

Nantes mantiene contacto con algunos de sus compañeros para analizar la situación y no oculta su preocupación. "La Operación Atalanta no es tan eficaz como se podría pensar al principio. Funciona bien para los mercantes que vienen desde el Canal de Suez, pero no para los pesqueros. Nosotros tenemos que movernos constantemente en busca del pescado, no podemos estar quietos en un sitio", cuenta Nantes. En su opinión, todo esto demuestra el "desconocimiento" de las autoridades sobre el trabajo de la pesca. "Ya pasó cuando en los primeros días decían que el barco estaba fuera de la zona de seguridad. Si allí no había pescado, que esperaban que hiciesen los del barco", argumenta el marinero, que entiende que ese argumento era "un modo de escurrir el bulto".

Manuel Nantes es uno de los engrasadores del "Alakrana" y lleva casi tres años y medio en la empresa. Asegura que le gustaría que la situación de inestabilidad y de los ataques piratas se acabasen de manera definitiva para que los pescadores "podamos trabajar tranquilos". Sin embargo, es consciente de que ahora mismo la solución pasa por embarcar militares o seguridad privada. "Prefiero que suban los militares y no unos mercenarios, aunque no me gusta nada estar cuatro o cinco meses conviviendo con gente armada", indica, al tiempo que descarta las alternativas propuestas desde el Ministerio de Defensa. "Lo de las bombas de agua y las alambradas electrificadas suena a fantasmada", sentencia.

Durante estos días sigue con atención las noticias sobre el secuestro de sus compañeros. "El corazón me dice que se resolverá pronto, pero la cabeza me dice lo contrario", lamenta. Mientras tanto, él y el resto de tripulantes viven en una especie de incertidumbre acerca de su futuro. "No sabemos que pasará con nosotros: si nos embarcarán en otro barco o si tendremos que esperar en casa", apunta. La última opción también resultaría complicada "porque si no vas al mar no cobras". Por ello, también mantiene contacto con el resto de marineros "para reunirnos y hablar con la empresa, que también tiene que mirar por nuestra situación".