Antes de que lleguen a los hogares de Deza y Tabeirós-Terra de Montes los primeros boletines de calificaciones de este curso y un mes después de que regresasen a las aulas, los alumnos de la comarca se someten a evaluación. No lo hacen solos, sino junto a toda la comunidad educativa a la pertenecen. Este año les ha tocado afrontar una asignatura hueso. Sin embargo, la gestión que se está haciendo en los centros y las aptitudes mostradas por el alumnado permiten ya augurar que los escolares son candidatos a matrícula de honor. Los centros han estado recibiendo durante este primer mes de colegio numerosas llamadas de padres y madres para informar de diversa sintomatología de sus hijos. Las PCR realizadas se cuentan por decenas y, aunque algunos niños se sometieron a estas pruebas por contacto con un positivo y guardaron la correspondiente cuarentena, las aulas de Infantil y Primaria de estas dos comarcas han interiorizado la que será la rutina de este nuevo curso sin que saltase, por el momento, la alarma del contagio en las aulas y los esperados confinamientos en masa reiterados, aunque sí se produjo alguna cuarentena por contacto.

El regreso al colegio estuvo rodeado, el pasado mes de septiembre, de muchos miedos y todavía más incertidumbre. Padres, alumnos y profesores tuvieron que adoptar protocolos y acciones rutinarias que buscan incrementar la seguridad en las aulas, en un contexto en el que el miedo al contagio se disparó por coincidir con la que ya se asume como segunda ola de la pandemia. Sin embargo, entre todos, han conseguido llevar a la práctica una estudiada nueva normalidad.

"Desde el día 10 de septiembre hemos tenido una normalidad prácticamente absoluta. Los primeros días faltó un número importante de niños, entre 40 y 45 a diario por la sensibilidad ante situaciones de enfermedad. Ahora ya estamos en una fase de ausencias de en torno a 10 o 15 niños por jornada que es la práctica habitual en un curso normal", explica el director del CEIP Figueiroa de A Estrada, José Manuel Reboredo Baños. El docente subraya el "buen criterio" aplicado por los padres al percibir cierta sintomatología en sus hijos y someterlo a evaluación médica. Aplaude el nivel de concienciación existente, que demuestra que en casa se realiza el chequeo diario recomendado antes de enviar a los escolares al centro. En este centro, como en la mayoría de los de las comarcas, se hicieron muchas PCR para descartar contagios, todos con resultado negativo.

"A los niños del pongo un 12", asegura Reboredo, subrayando lo bien que han asumido las nuevas rutinas del curso para afrontar la pandemia.

"No se quejan nada de la mascarilla. Nos quejamos nosotros más que ellos. Lo están haciendo muy bien y ya es parte de su normalidad", explica desde Silleda la directora Consuelo Rodríguez Costoyas. Reconoce que al principio supuso un esfuerzo para todos adaptarse al nuevo escenario, pero las distancias, las mascarillas o el frecuente lavado de manos se han quedado grabadas como el abecedario. "Lo que más cuesta es el comedor, porque ahí sí se sacan la mascarilla, pero decidimos hacer dos turnos", señala. Muchos catarros y faringitis quedaron confirmados tras descartar la Covid con una PCR. El centro trasdezano no tiene ningún positivo. Solo un alumno pasó el confinamiento porque su padre sí se contagió. Se quedó en casa el tiempo correspondiente y ya está incorporado con seguridad a sus clases.

La ventilación es otra apuesta de los centros, aunque conscientes de que es una cuestión que preocupa a algunos padres. "Si hace frío, se cierra un poco, pero buscamos la mayor renovación del aire. Encenderemos la calefacción cuando haya que hacerlo. Si los niños tienen que ir un poco más abrigados, creo que es bueno para todos", apunta José Manuel Reboredo. Figueiroa instaló ayer un espacio para que los padres de Infantil que tengan que acudir al centro a cambiar a sus hijos puedan hacerlo sin entrar en el colegio.