La familia del contraalmirante de raíces estradenses y ourensanas asesinado a tiros hace unos días en Venezuela, Viberto Quinteiro Pérez de 55 años, implora su repatriación. "Traerlo" es el objetivo que se marcan en su triste horizonte Flores Pérez Puga y Viberto Quinteiro Couto, los padres del fallecido. Su domicilio de O Foxo (A Estrada), lleno de fotos y recuerdos de su único hijo y su familia, habla sin palabras del amor que les unía y del "inmenso dolor" -del que no tienen "consuelo" - en el que ha dejado sumidos a sus padres su asesinato.

De éste, saben lo que han podido leer en prensa venezolana a través de internet. Contraalmirante de la Fuerza Armada Nacional (FAN) -grado que alcanzó antes de jubilarse el pasado año- Viberto perdió la vida el pasado lunes 7 de septiembre en la urbanización Aragüita, de Ocumare del Tuy, perteneciente al municipio Tomás Lander, en el estado de Miranda, según pudo saber FARO.

En el momento del luctuoso suceso, Viberto iba acompañado de dos personas que resultaron ilesas en la emboscada (uno de ellos su chófer, según relata su madre, y el otro un mecánico). El funcionario militar de raíces estradenses se había dirigido en camioneta desde Valencia -donde residía- hasta Ocumare del Tuy para negociar la adquisición de un camión que había visto en Facebook. Pero, una vez llegó al lugar, los asaltantes -a través de llamada telefónica- le cambiaron la ubicación del punto de encuentro y, así, lo llevaron hasta un callejón sin salida situado en Aragüita.

Cuando Viberto se dio cuenta de que le habían tendido una trampa y quiso dar marcha atrás con su vehículo, abrieron fuego contra su vehículo, asesinándolo a tiros tras un primer disparo contra la luna del parabrisas y otro lateral para evitar que se escapase. Aunque Quinteiro portaba un revolver debajo del asiento, no le habría dado tiempo a sacarlo para defenderse. Tras ello, los falsos vendedores le robaron sus documentos, teléfonos móviles y un maletín con dinero en divisa y dejaron su cadáver en el maletero de la camioneta.

Medios locales no descartan que se trate de un crimen político y les llama la atención el hecho de que los dos individuos que viajaban con el militar de origen estradense resultasen indemnes en el asalto. Es algo que tampoco se explica su madre. "Mi hijo hace cuatro años que no conducía. ¿Y justo ese día iba él solo delante, conduciendo, y el chófer y el mecánico detrás? ¿Cómo una persona tan experimentada iba a caer en esa trampa?" , se pregunta, totalmente rota por el dolor.

En la emboscada también pereció uno de los homicidas, de 24 años. El resto de integrantes de la banda están identificados y, al parecer, forman un grupo de antisociales dedicada a la venta ilegal de vehículos a través de internet en el estado de Miranda.

El inenarrable dolor que esto les ha causado a sus padres les mantiene encerrados en casa, "como perros enjaulados, rabiosos, llenos de dolor". Los días y las noches se les han vuelto "muy largos": "No tenemos otro pensamiento más que nuestro hijo". Su único deseo ahora es "poder traerlo" y que su familia -sus tres nietos y la viuda de su hijo- estén bien. Quieren -y así lo repiten una y otra vez Flores y Viberto padre, pese a su precario estado de salud- enterrar a su hijo en Galicia. Así se lo hicieron saber al cónsul, cuando contactó con ellos a través de su nuera, residente desde el pasado año en A Coruña (junto con la menor de los tres hijos que tuvo con el militar asesinado). Toda la familia proyectaba venirse a vivir a España. La mujer y sus tres hijos ya habían vivido en Galicia durante 5 años. Luego volvieron a Venezuela cuatro y el pasado año la ahora viuda y su hija pequeña retornaron a Galicia, afincándose en A Coruña. El propio contraalmirante y sus dos hijos mayores pretendían venir.

Ya jubilado, Viberto Quinteiro sabía que la inflación venezolana haría que su pensión fuese insuficiente para sacar adelante a su familia. Por eso, el pasado año -su madre recuerda que el 15 de septiembre de 2019 cruzó el umbral de su hogar, acompañado de su hija pequeña- había aprovechado su estancia en Galicia para entregar currículos, con la esperanza de poder trabajar en la marina mercante y, de esta manera, poder brindarle unas mejores condiciones de vida a su familia.

No pudo ser. La inseguridad en Venezuela que motivaba que Viberto proyectase fijar su residencia y la de su familia en Galicia le ha impedido seguir "dándole gracias a Dios por darle un día más de vida", como siempre hacía cada vez que llegaba a casa, según relata su madre. "Era mi vida, mi todo", expone Flores, desolada. No quiere ser fotografiada. Pero muestra las imágenes de su hijo que atesora como oro en paño. Trata de recobrar las fuerzas que la han abandonado por su fallecimiento. Preocupada por los hijos mayores del fallecido, tanto ella como su marido, ruegan que el cónsul o el embajador de España en Venezuela agilicen la repatriación de los restos mortales de su hijo, que fue inhumado en Venezuela dos días después de su asesinato. Sus padres desean así cumplir su deseo de reposar por siempre junto a su familia en el panteón familiar materno del ourensano ayuntamiento de Paderne.

De allí había emigrado Flores a Venezuela en su juventud, conociendo a su marido Viberto -oriundo de la parroquia estradense de San Miguel de Castro- en el país caribeño. Se casaron y tuvieron a Viberto como único hijo. Aunque regresaron a Galicia hace 22 años por consejo médico, seguían en estrecho contacto con su vástago, que vivía en la urbanización de Acumaca, en la ciudad de Valencia del estado de Carabobo, a dos horas de Caracas. "Que no me engañen ni me digan que no lo mandan por el coronavirus", pide Flores: "que me envíen a mi hijo. Si no, cuando tenga las fuerzas suficientes lo iré a buscar yo misma". Es el coraje de una madre que ha perdido al fruto de sus entrañas: "Nos han destrozado la vida pero lo peor es de mi hijo. Preferiría que me cortasen a mí a trocitos antes de que pasase a él nada". resume, desolada.