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Sentencia de muerte para el verdugo

El matadero de A Estrada cumple cinco años sin actividad y su lenta agonía lo ha convertido en un vertedero

Más basura y pintadas que afean el inmueble. // Bernabé/Javier Lalín

La suya es la crónica de una muerte anunciada. Su sentencia de muerte se firmó hace años, en el mismo momento en que la actividad abandonó sus salas. Desde hace cinco veranos el matadero comarcal de A Estrada languidece. En un primer momento se sumergió en una batalla para librarse de todos sus cargos, deseando que el indulto llegase en forma de una nueva oportunidad para seguir adelante. Sin embargo, tras unos primeros titulares prometedores, el paso del tiempo no ha hecho más que minar sus esperanzas. El espacio en el que tantas veces se ejecutó sentencia para muchos animales es ahora víctima de una lenta agonía que lo está convirtiendo en un auténtico vertedero. El verdugo no tuvo golpe de gracia.

Maleza y basura son la tarjeta de bienvenida a este recinto municipal. No hace falta que un cartel anuncie que el servicio no funciona porque la huella del abandono y la decrepitud es tan evidente que invita a tomar el camino de vuelta. Sin demorarse mucho en contemplaciones.

El matadero comarcal de A Estrada dejó de funcionar en julio de 2015. La liquidación de la empresa concesionaria desembocó en el cierre de la instalación y, por consiguiente, dejó sin servicio a los carniceros de la zona. Cinco años después, la estampa de las instalaciones municipales es penosa, evidenciándose como un recinto donde la imagen de un candado con vocación de impedir el paso parece casi una broma cuando, sin necesidad de entrar, puede intuirse el saqueo al que ha sido sometido un recinto en el que hasta de las ventanas solo se guarda el espacio que ocuparon.

El candado se ha dado por vencido y, con él, la gruesa cadena que servía de enlace a las dos puertas que delimitan la entrada principal al recinto municipal, localizado en Penerada. El primero sigue en su sitio -aunque ya sin fuerza para impedir nada- y, la segunda, simplemente se fue. Una cinta de plástico cumple ahora la función de no permitir que las puertas reciban de par en par a cualquiera que desee entrar sin venir acompañado de buenas intenciones, mientras otra se extiende casi a modo de precinto en un complejo que ha pasado de matadero a vertedero.

La basura campa a sus anchas, con la maleza como única competidora para ver quién protagoniza en mayor medida la estampa del abandono. En la jornada de ayer un congelador, cinco televisores, cristales, colchones o restos de mobiliario desperdigados por doquier daban la bienvenida al visitante en la entrada principal. Seguramente muchos de estos incívicos depósitos se vinculen a usuarios que no acertaron con el horario del punto limpio o encontraron algún inconveniente para arrojar esta basura y no quisieron volver con ella a casa. Dentro del recinto la estampa de basurero se extiende, con una larga lista de elementos que serían más propios de un contenedor de residuos voluminosos. Al otro lado del portal que serviría de acceso a los camiones del matadero -ahora dos cintas cumplen el inútil intento de disuadir al visitante-, continúa la basura. Ya de todo tipo y reciente, porque hasta una mascarilla concede actualidad a la práctica de ir convirtiendo este espacio en un estercolero al que muchos parecen haberse llevado hasta la lata de cerveza.

En estos cinco años no ha fraguado un proyecto de futuro para estas instalaciones municipales. Nada apunta a que vayan a tener una segunda oportunidad, por muy amplias que sean -que sin duda lo son- las dependencias que ocupan. El cese de la actividad en este matadero generaron meses de gestiones complicadas para intentar reflotar la instalación y recuperar el servicio para la zona. Sin embargo, poco a poco los anuncios se fueron distanciando, hasta que el propio alcalde, José López Campos, llegó a reconocer que el Concello descartaba reabrir el matadero ante la inversión millonaria que exigirían unas instalaciones deficitarias.

En varias ocasiones se denunció el abandono y el pillaje. Lo hizo en su momento el BNG y Móvete puso también el acento en las condiciones en las que se encuentran estas dependencias de titularidad municipal. Los vándalos se habrán llevado lo que quedaba -a la vista está, sin necesidad de ver la estampa interior-, si bien desde el ayuntamiento se aseguró en su momento que los elementos de mayor valor en el interior de estas instalaciones ya fueron retirados en su día por la empresa concesionaria, que entró en concurso de acreedores.

Móvete consideró que, tras el anuncio de que el Concello inspeccionará los inmuebles privados en ruinas, "estaría muy bien que diese ejemplo". Urgió a una limpieza de todo este entorno y a buscar un uso alternativa que evite que esta infraestructura continúe avanzando hacia el destino que desde hace cinco años parece tener escrito.

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