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Cuatro funerales, una boda

Las celebraciones nupciales permiten la asistencia, al aire libre, de hasta 100 personas en la fase 2 pero los entierros la limitan a 25 - Los misas por los difuntos elevan esta cifra al vincularse al 50% del aforo del templo

Banderas a media asta frente al consistorio de Lalín Bernabé / Javier Lalín

Son dos momentos que se quedan marcados a fuego. Uno, de exultante felicidad; otro, de profunda tristeza. En ambos instantes, uno siempre quiere sentirse arropado por el abrigo de familiares y amigos. Ni esto ha respetado el Covid-19. Sin embargo, el proceso de desescalada establece diferencias entre ambos momentos que a nadie se escapan. Sin intención alguna de banalizar la situación, una referencia cinematográfica aflora de manera involuntaria: Cuatro bodas y un funeral. Quieren las condiciones establecidas para la actual Fase 2 que el título torne en "cuatro funerales, una boda", por una simple cuestión de la asistencia autorizada. Y es que, frente a las 100 personas que podrían compartir la felicidad de los novios en un enlace festejado al aire libre, solo 25 podrían despedir a un ser querido en el desgarro de su entierro.

La normativa no deja mucho margen para la interpretación. Establece que en esta fase de la desescalada los velatorios podrán realizase, tanto en instalaciones públicas como privadas, con un límite máximo de 25 personas en espacios al aire libre o de 15 en los cerrados. La participación en la comitiva para el enterramiento o despedida para cremación del fallecido se restringe a un máximo de veinticinco personas, entre familiares y allegados, además de, en su caso, el ministro de culto o persona asimilada de la confesión respectiva para la práctica de los ritos funerarios. En el caso de una ceremonia nupcial, estas podrán realizarse en todo tipo de instalaciones, públicas o privadas, ya sea en espacios al aire libre o cerrados, siempre que no se supere el cincuenta por ciento de su aforo, y en todo caso un máximo de cien personas en espacios al aire libre, o de cincuenta si es un ámbito cerrado.

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Párrocos como el lalinense Marcos Torres o el estradense José Antonio Ortigueira acompañan a muchos vecinos de las comarcas tanto en bodas como en funerales. En estos momentos difíciles, la felicidad está congelada, de manera que las celebraciones matrimoniales previstas han sido pospuestas, algunas aplazadas para el verano o el otoño y, otras, directamente para el próximo año. Sin embargo, los entierros no atienden a esta posibilidad de aplazamiento para un momento más oportuno. Con una limitación del número de personas que pueden acompañar a la familia de la persona fallecida, "la dureza que supone un fallecimiento todavía se acentúa más", apunta Torres. "Es un dolor añadido al dolor que supone la pérdida", explica el cura de Lalín, que indica que algunas familias optaron por realizar el entierro y posponer el funeral para un momento sin tantas restricciones. Remarca el párroco que la normativa de entre 15 y 25 personas se refiere específicamente a la inhumación, de modo que el funeral se regiría como una misa más. En este sentido los espacios cerrados en lugar de culto tendrían a día de hoy limitado su aforo al 50% que, en el caso de la iglesia de la capital dezana serían 140 personas. "Para los gallegos es muy importante esa muestra de cariño y compañía de los vecinos en el momento de la muerte y para los vecinos es duro también", indica Marcos Torres.

"A mucha gente le sorprende la diferencia de aforo en circunstancias similares: una fiesta al aire libre, 100 personas, y una inhumación, al aire libre también, solo 25", apuntó José Antonio Ortigueira Indicó que en el interior de los templos el aforo aumenta en esta fase al 50%, si bien no dejó de reconocer que existe una normativa específica que establece la reserva de un metro cuadrado por persona._Indicó que en el caso de la iglesia de San Paio de A Estrada el 50% del aforo supera las 100 personas. "¿Qué criterio se aplica, el de una boda o el de una celebración eucarística?", cuestionó. Subraya el párroco que, si se va al 50% del aforo, en el caso de este templo estradense podrían superarse las 200 personas (el aforo total es de 450). En todo caso, los indicativos colocados en los bancos lo limitarían a 140. "La cuestión está en la provisionalidad de las normas", consideró Ortigueira, que entiende que, al aire libre, "tendría que ser igual para todos, y toda celebración en el templo igual". "Una de las grandes equivocaciones de toda la manera de afrontar esta pandemia, por ignorancia o miedo, es que muchas veces se ha tendido a la máxima protección y se ha perdido la humanidad en relación con las personas", opinó.

Los servicios funerarios de las comarcas de Deza y Tabeirós-Terra de Montes han vivido de cerca el drama de ver cómo se despide a un ser querido en la más absoluta y solitaria de las intimidades. Días atrás solo tres personas podían acompañar al fallecido en este último adiós. "Muere hoy y se entierra mañana. Si es el Covid ya va directamente al cementerio. Antes eran solo tres personas para despedir a un padre o a una madre. La gente no lo exterioriza ni nada viendo lo que está cayendo", apuntan desde la funeraria lalinense Jesús Taboada e Hijos.

"La gente está reaccionando bien", aseveran desde Funeraria Currolino en Rodeiro. "Los sanitarios los primeros y los funerarios, los segundos", apuntan, para luego poner el acento en las situaciones dramáticas de las que eran testigo hace solo unas semanas.

Explican que únicamente realizaron un sepelio de un paciente con Covid-19 -fuera de Rodeiro- y reconocen la dureza de la situación. "Lo pasamos muy mal, tanto ellos como nosotros", explican. "No se nos veía ni el pelo de una ceja. La familia no lo ve. Doble sudario, caja cerrada, desinfectado...Murió solo y se enterró casi sin saber a quién se enterraba", exponen. Indican que en un fallecimiento por coronavirus el cadáver se iba directamente del hospital a la cámara, sin que la familia pudiese despedirse ni estar con la persona fallecida. "Se podía dejar 24 horas pero no tenía sentido", apuntan subrayando la imposibilidad de los familiares hasta para acercarse al ataúd. En el resto de los entierros por muerte natural en Fase 0, la situación no era mucho mejor. "La familia podía despedirse el tiempo imprescindible, entre 15 y 30 minutos", indican. "No estamos en la normalidad pero de un mes para aquí se mejoró el 70%. La gente vela o ve a su difunto, está con él", apuntan en relación a la normativa actual.

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