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Los abrazos rotos

El SAF registra suspensiones temporales por miedo y la crisis sanitaria obliga a poner distanciamiento donde antes había cariño

Los abrazos rotos

El Covid-19 lo ha cambiado todo. Ha obligado a diseñar una nueva normalidad, un día a día marcado por la separación y la protección. Ha extendido el miedo al contagio, desdibujando muchos gestos de humanidad. Un simple estornudo encuentra ahora un paso atrás donde antes hallaba un deseo de salud. En todos estos días extraños, ellas han estado siempre ahí, ocultas tras máscaras, guantes y trajes de protección, pero sin faltar al encuentro con los muchos mayores que esperaban con ansia la rutina de sus visitas. Hasta en algo tan sensible y necesario como el Servizo de Axuda no Fogar (SAF) el coronavirus ha querido meter su garra, sembrando la dificultad y el temor y llenando de distanciamiento el espacio que antes ocupaba el cariño, expresado en mimos, besos y abrazos.

Axuda Servizos se encarga del SAF en los municipios de A Estrada y Cuntis. Un vídeo difundido a través de su perfil en las redes sociales sirve estos días para agradecer el trabajo incansable de sus auxiliares y la colaboración que todo el equipo ha encontrado en usuarios y familiares en estos días difíciles. La coordinadora, Tamara Díaz, reconoció ayer que están siendo tiempos complejos a los que hay que adaptarse a marchas forzadas. Explicó que tanto en A Estrada como en Cuntis se produjeron suspensiones temporales a causa del miedo al contagio. Aun así, el servicio no ha cesado en su empeño de asegurarse que sus usuarios están bien, interesándose con frecuencia por esas personas que prefieren no recibir visitas en su domicilio en estos días de incertidumbre.

Son 65 trabajadores los que prestan su ayuda domiciliaria entre A Estrada y Cuntis, entre auxiliares y tres trabajadoras sociales. En estos momentos atienden también a personas que tienen suspendido el servicio de centro de día, de manera que el trabajo ha aumentado. En A Estrada ayudan actualmente a 140 vecinos y a otros 90 en Cuntis. Tamara Díaz explica que en un primer momento el miedo llevó a más suspensiones. "En Cuntis llegamos a tener la mitad de los usuarios en suspensión", reconoce.

Los teléfonos de Axuda no dan respiro. Algunos llaman para informarse de cómo está la situación, otros para saber si las auxiliares están contagiadas o si deberían reiniciar el servicio. Un día piden que no se mande nadie a casa y, otro, avisan de que han cambiado de opinión. La situación invita a la improvisación. Ello obliga a coordinarse muy bien para que las auxiliares no tengan tiempos muertos y todos los usuarios reciban la ayuda que precisan. Si antes había personas atendidas por tres trabajadoras, ahora se intenta que acuda una sola para evitar que las probabilidades de contagio aumenten.

"Al principio tenían ellas miedo, no solo por contagiarse, que también tienen sus familias, sino porque no querían contagiar a los usuarios", explica Tamara Díaz. Reconoce que se viven "momentos de estrés y de bajón", "pero nos adaptamos", añade, aplaudiendo la colaboración de usuarios, familiares y trabajadoras para conseguir que todo marche.

Las tareas también se complican bajo tantas medidas de protección, en especial las relacionadas con el aseo de los beneficiarios. Las pantallas se empañan y los trajes no permiten la misma movilidad. Además, algún mayor tuvo dificultades para reconocer a su auxiliar bajo la imagen de "bicho raro" aportada por el EPI. "Llegan tan envueltas que no las reconocen", apunta Díaz. Las trabajadoras les explican que es por su bien, como también lo es la distancia, el espacio que ahora priva del mimo, de la caricia. Al final, el día a día forja vínculos entre los usuarios y las asistentes del SAF. Algunos llevan cinco años viéndose a diario.

Todos están bien. Ha habido casos de Covid-19 en esta gran familia pero ahora todos están a salvo. Solo falta que la normalidad llegue realmente y repare los abrazos rotos.

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