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Priscilla Dance, zumba gratis en la red tras una vida de baile

Sustituye las clases presenciales por sesiones en directo que graba y luego cuelga en Facebook, abiertas "para todo el mundo"

Priscilla (centro), con otros bailarines de crucero.

Su verdadero nombre es Priscilla Amorim Botelho. Pero el amor al baile -al que lleva consagrada toda la vida- hizo que en A Estrada y su entorno se la conozca como Priscilla Dance. Brasileña de nacimiento y estradense de adopción, el ritmo corre por sus venas y su empatía, energía y talante risueño son contagiosos. Por eso, no resulta extraño que las más de cien alumnas a las que daba clases presenciales de zumba en A Estrada al inicio de la crisis sanitaria del coronavirus la echasen en falta y le pidiesen que les enviase vídeos con coreografías que les permitiesen mantenerse en forma desde casa, a pesar del confinamiento. En respuesta a esta demanda, Priscilla comenzó a emitir tres clases semanales en directo vía Facebook. Y, para que también pudiesen seguirla las personas que no dominan las redes sociales, comenzó a grabar esas clases en vídeo para enviárselas por WhatsApp. Consciente de que "es un momento difícil para todo el mundo", decidió dar un paso más y poner su particular granito de arena para que -independientemente de sus recursos- "todo el mundo" pueda hacer deporte, pasárselo bien y "sonreír", olvidando "la realidad, que es muy dura". Lo hace "encantada de ayudar a que la gente tenga un momento feliz".

Imparte sus clases en directo a través de Facebook los martes y jueves a las 19.00 horas y el miércoles a las 11.30. Al calentamiento lento inicial, le suceden uno más rápido y coreografías pensadas para mantenerse en forma. Cada semana, aporta una nueva. Seguirá haciéndolo hasta que pueda retomar las clases, que venía impartiendo a un centenar de personas en A Estrada y a otras muchas en parroquias estradenses como Arnois, Berres, Lamas, Oca, Ribeira, Santa Cristina de Vea, Santo André de Vea o San Xiao así como en Forcarei, Pontevea, Teo, Carracedo de Caldas de Reis o Santiago (donde instruía en zumba kids en colegios, o daba sesiones de zumba en el centro social de As Cancelas o en la Universidad).

Estas clases -de zumba, pilates, hipopresivos y zumbakids- pasaron, de momento, por el Covid-19 a la historia. Pero Priscilla quiere ser optimista. "Si todo va bien en la desescalada", apunta, en junio podría volver a dar clases en Sala Gradín de A Estrada con aforo limitado. Eso sí, con la debida precaución. Proyecta desinfectar las instalalaciones con una máquina de ozono para que "la gente se sienta segura". "No quiero que pase nada. Dios me libre", asegura. Y "en las aldeas", espera poder volver en verano "haciendo las clases fuera", como otros años. Hasta entonces, seguirá ofreciendo las clases online gratis. Las "vacaciones forzosas" que esta crisis le ha dejado le está sirviendo para disfrutar "un montón"de sus dos niños, Sofía y Alexander, de 8 y 4 años. "Nunca pasé tanto tiempo con ellos", explica.

Es su particular filosofía: ver la vida siempre desde un punto de vista optimista aunque para seguir adelante sea preciso el espíritu de sacrificio y la autodisciplinaque le inculcó su madre, María Natalina. "Se lo agradezco un montón. Ojalá logre ser la mitad de lo ella fue. Soy trabajadora gracias a ella", afirma. Maestra y directora de escuela, siempre le permitió seguir su pasión por el baile. Desde los tres años se formó en la escuela municipal de Sao Paulo primero -muy selectiva en el acceso y donde durante 8 años estudió ballet clásico, baile moderno y contemporáneo, música e historia de la danza- y más tarde también en gimnasios y clases particulares. A ello le dedicaba toda la tarde. Su madre se lo permitía bajo la advertencia de que si sus notas del colegio bajaban de un siete "me sacaría". No hizo falta. Y pudo bailar 8 horas al día.

Con solo 12 años, comenzaría a impartir clases de baile a niños pequeños mientras seguía formándose. Se convertiría así en bailarina profesional y pasaría a formar parte del cuerpo de baile de distintos programas de la televisión brasileña. En ellos y en conciertos actuaría con prestigiosos artistas brasileños como Zezé di Camago y Luciano o internacionales de la talla de Ricky Martin, Thalía o Gloria Gaynor. También trabajando como bailarina viviría un año en Osaka (Japón) y cinco en cruceros de Pullmantur por el Mediterráneo.

Navegando con personas de hasta 180 nacionalidades, distintas aprendería idiomas, vería mundo y conocería a su marido, el estradense Jose Sánchez, miembro de la seguridad del barco. Iba a ver su show y se enamoraron. Por él, Priscilla volvió a vivir en tierra firme. Así llegó a A Estrada. Y, tras una breve etapa como dependienta en Thebes -a cuyos propietarios, "superbuenas personas", había conocido en el barco- cuando la crisis comenzó a apretar, le surgió la oportunidad de dar clases de zumba. Desde entonces, su alumnado no ha dejado de crecer. Ahora, a los 44 años, de nuevo con una crisis -esta vez del coronavirus- Priscilla se reinventa y regala alegría a través del baile, al que ha consagrado toda su vida.

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