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El pan nuestro de cada día

El boom de la panadería en casa agota la levadura en varios supermercados y anima a las familias a lanzarse con la repostería

Su sobrina Mencía amasando.

Cocinar permite aliviar el estrés y la ansiedad. Y si se hace en estos tiempos de confinamiento, ayuda a ensayar con calma esas recetas que pasan de padres a hijos. Como el estado de alarma invitó a reducir al máximo posible las salidas de casa para minimizar la exposición al coronavirus, en los hogares también se coló el pan como nueva receta casera. Hasta el punto de que se multiplicó por 200 la venta de levadura fresca y en los últimos días, en un par de supermercados de Silleda ya no quedaba la que usa Merche Frade, sin gluten.

Esta trasdezana comenta que empezó a hacer pan en casa ya antes de que estallase la crisis sanitaria, "porque me gusta la repostería y, de hecho, antes de que saltase el estado de alarma quería comprar una panificadora", ya que reduce el tiempo de espera con respecto al del horno. Aún así, los bollos que prepara Frade se cuecen en 25 minutos. Antes, mezcla toda la masa en el robot de cocina, con lo que el tiempo de fermentación es de sólo media hora, muy corto en comparación al método artesanal. Pero igual de delicioso.

Este método artesanal es el que emplea Gloria Pérez Ferreira, afincada en A Bandeira aunque sus padres son originarios de O Baixo Miño. El panadero le trae el alimento a casa de lunes a jueves, pero de viernes a domingo es ella la que prepara los bollos. "Un kilo de harina de fuerza me llega para una hornada. Lo mezclo con 640 gramos de agua, 20 gramos de sal, y entre 5 y 8 gramos de levadura". Esa levadura equivale a la punta de un dedo, para que nos hagamos una idea de cuánto pude cundir un sobre.

A todos estos ingredientes hay que añadirles paciencia y tiempo. Esta vecina introduce la mezcla en una olla exprés, que queda a reposar 24 horas en la bodega de la vivienda. Después, tras un ligero enrollado, vuelve a fermentar una hora más para finalmente, quedar amasado en bollos y al horno. No pueden faltar esos pliegues en la parte superior que permiten que el pan respire y la miga quede porosa. " Yo solo uso trigo, y mi hija opta por utilizar espelta. Ahora estoy empezando a utilizar masa madre, con un resultado bastante bueno", ya que la utiliza para la masa del día siguiente. Gloria Pérez, antes del estado de alarma, hacía pan durante los fines de semana para seis personas, pero ahora están en casa solo ella y su marido. Su pan aguanta fresco hasta tres días. El de su vecina Merche, en caso de que al segundo día no se muestre tan crujiente, siempre puede tener como alternativa la tostadora o el congelador para ser consumido cuando haga falta.

Se da la casualidad que en estas dos familias hay intolerancias alimentarias, y en ambos casos el pan ya llevaba sello casero hace mucho tiempo. Merche Frade relata que "mi bisabuela, Ramona Sánchez, era panadera y vendía en las ferias tanto de Silleda como de A Bandeira". Cocía en la parroquia de Ponte, donde tenía los molinos. La ceta de Ramona no pudo llegar hasta su bisnieta, pero ella ahora inculca esta pasión culinaria a sus hijos, Nicolás y Saleta, que le ayudan tanto a elaborar los bollos a diario como en los postres, como "galletas y bizcochos sin gluten, para los que uso harina de arroz".

Concurso de postres

Y ya que hablamos de postres, Gloria Pérez también está ensayando durante esta temporada con postres nuevos, "como una tarta de nueces y una crema de caramelo con miel". Es una forma de endulzar el día a día pero también de prepararse para el tradicional Concurso de Postres de Outono que convoca desde hace años la asociación cultural Vista Alegre. Un certamen que esta vecina ya ganó en una ocasión y en el que tuvo mucho éxito un brazo de gitano sin gluten. "A mí me gusta la cocina y a mi hermana, por ejemplo, la costura, así que le recomendé que nos hiciese mascarillas para todos", añade. Ahora que el sol ha vuelto, combinará la elaboración de pan con los trabajos en la huerta.

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