Da igual que sea lunes, viernes o domingo. La sensación es la misma cuando las cuatro paredes parecen que se caen encima después de 40 días de confinamiento. Salir a la calle, aunque solo sea un momento para ir a la farmacia o a coger el pan, es como agua de mayo en estos difíciles momentos. Pero quedarse en casa y tomar todas las precauciones son las únicas armas para combatir el Covid-19. Son muchos los que ansían la llegada de las ocho de la tarde para salir a los balcones o a las ventanas.
A esta hora los aplausos en agradecimiento a los sanitarios, que están en primera línea, al igual que otros profesionales, para derribar al coronavirus se suman a conversaciones con los vecinos o para escuchar esa música que el de enfrente pone a todo volumen para animar la jornada. Sin duda, cualquier melodía o espectáculo es siempre bienvenido y consiguen arrancar una sonrisa a grandes y pequeños. Sobre todo a estos últimos, los pequeños campeones de la casa que llevan todo este tiempo literalmente encerrados entre cuatro paredes. Conciertos que van surgiendo a lo largo de estos días, como los que suele haber en la calle Otero Pedrayo de Lalín por poner un ejemplo.
Ahora ya queda menos para que la sensación de normalidad regrese a nuestras vidas: que las conversaciones con ese vecino del edificio de enfrente, que no conocíamos, se puedan mantener ya en la calle frente a frente; que los rayos de sol que entran por la ventana nos abriguen cuando salgamos a pasear por ese parque que tanto echamos de menos o que esa canción, que tanto nos anima y que escuchamos todos estos días en el balcón de al lado, la podamos bailar en cualquier fiesta de verano, porque tarde o temprano vendrán tiempos mejores.
