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El coronavirus fuerza el billete de vuelta

Las lalinenses Andrea Dafonte y Lucía Rodríguez regresan de Canadá, en donde disfrutaban de una beca

El coronavirus fuerza el billete de vuelta

En la actualidad es necesario tomar todas las medidas y por ello, el Covid-19 está afectando más de un plan. Los jóvenes que estaba estudiando en Estados Unidos y Canadá gracias a la beca de la Fundación Amancio Ortega tuvieron que hacer antes las maletas y regresar de manera precipitada a su casa, entre ellos las lalinenses Andrea Dafonte González y Lucía Rodríguez Frade, que estuvieron estos últimos siete meses en Ontario y vivían a una hora y algo de distancia. Regresarían en junio.

Andrea Dafonte( a la derecha en la imagen con su amiga Inés) vive entre Taboada (Lugo) de donde es su familia paterna y la capital dezana, al ser la materna y estudia en el CPI San Tomé do Carballo. Su familia de acogida era un matrimonio y su hijo de 24 años. "Estuve muy bien con ellos. El matrimonio a pesar de ser bastantes mayores eran muy modernos. La señora era filipina y siempre me pedía que le enseñara español y el señor me enseñaba muchas cosas, entre ellas fotografía y me ayudaba a mejorar la pronunciación", cuenta Dafonte. "La experiencia fue genial. Tuve mucha suerte tanto con la familia de acogida como con el instituto", confiesa Lucía Rodríguez, algo en lo que también coincide Dafonte. Rodríguez compartía casa con un matrimonio de mediana edad con hijos y con una italiana, que también estaba de intercambio. "Congeniamos muy bien las dos y nos hicimos muy amigas", cuenta.

Las dos destacan la diferencia del sistema educativo. "Teníamos solo cuatro asignaturas, que en comparación con las 14 de España, fue un cambio muy grande. Durante cuatro meses teníamos cuatro y después, cambiábamos", indica Dafonte. "El instituto es muy distinto. Aquí vas más a estudiar y allí también, pero lo ven como algo más divertido. Allí su día a día es el instituto porque pasan muchas horas. Yo estaba muchas veces desde de las siete de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Pero en el instituto también tienen teatro, música... por lo que se te hace más ameno", señala Rodríguez.

También coinciden en que los "canadienses son muy majos". "Son las personas más majas que vi, te ayudan en todo aunque tú no se lo pidas y se interesaban por saber como estabas", narra Andrea. A ella le ayudó mucho coincidir con otra gallega, Inés que es de Negreira. "Pero nos metimos en diferentes clubes de deportes y hablábamos lo más que podíamos en clases y así acabamos teniendo un grupo de amigos".

"Lo que más me gustó de allí es el partido que le sacan al invierno. Pensé que a tantos grados bajo cero estarían invernando, pero no. Se van de campamento de invierno, de acampadas, de hecho yo hice una en enero, van a esquiar... Aprovechan mucho a pesar de las condiciones climáticas que tienen. Si te toca con una familia activa tiene 20.000 cosas que hacer", apunta Lucía. Las dos jóvenes lo que más echaron de menos fue la comida. "Estaba rica, pero no era como la que estaba acostumbrada", subraya Dafonte. Rodríguez echó en falta la variedad. "Aquí tenemos más verduras porque ellos no dan cultivado nada con el frío y yo más al estar acostumbrada a verduras variadas y frescas porque tengo una abuela en la aldea".

La decisión del regreso fue precipitada. "Yo desde que cerraron hace dos semanas el instituto pensé que teníamos que volver a pesar de que las coordinadoras pensaban que no porque no les habían comunicado nada. Pero empecé a ver a otros estudiantes internacionales regresar. El lunes pasado nos dijeron: el jueves os vais. Así de rápido fue todo. Fue muy triste, pero ya quedé de volver", cuenta Andrea. Ella tuvo tiempo solo para algunas despedidas guardando el metro de distancia, porque muchos no les dejaron salir de casa". Para Lucía fue imposible. "No nos avisaron con mucho tiempo porque fue una decisión que tuvieron que tomar muy rápido y se entiende perfectamente. Nos pilló de sorpresa y no nos dio tiempo a reaccionar. Allí también estábamos con un poco de cuarentena, no impuesta, pero sí que te la recomendaban y lo que más pena me dio fue no poder despedirme de la gente".

Señalan que allí la gente todavía no era consciente de la situación al haber menos casos. "Estaban todo el día de paseo, compañeros de fiesta", indica Andrea. "No estaban tan concienciados como aquí, al tener muchos menos casos, pero sí que se guardaban las distancias en los comercios", añade Rodríguez y señalan que solo se encontraron con controles rutinarios en los aeropuertos. Viajaron de Toronto a Madrid y después en autobús hasta ciudades gallegas. "Llevábamos guantes, mascarillas, se desinfectaron los asientos y en los autobuses viajamos sobre diez personas en autobuses grandes y bien distanciados", subraya Rodríguez.

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