"Ha sido una semana intensa: he tenido que hacer varios trabajos del obispado y de las parroquias, como llamar a personas que sé que viven solas. Pero al mismo tiempo han sido unos días propicios para reflexionar y rezar", resume Marcos Torres, párroco de Lalín, que ha dejado puntualmente el confinamiento para acudir a la iglesia. Como persona que vive sola en un piso, lo que peor lleva este sacerdote es "no poder ver, estar y hablar tranquilamente con la gente". Aunque, como no hay mal que por bien no venga, esta situación le concede "más tiempo para leer y escribir". Respecto a la prolongación del estado de alarma, piensa "en la buena fe de las autoridades", pues "creo que actúan con el deseo de hacer el bien para su pueblo. Si ellas lo ordenan, lo acepto con confianza", sentencia.