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Mar Romera Morón: "El pin parental demuestra la mediocridad de casi todos los partidos en educación"

"Nuestros niños y niñas en la actualidad están sobreprotegidos, sobreestimulados y sobrerregalados; y lo hacemos por amor"

Romera, durante la charla que impartió ayer a los alumnos de la ESO del IES Laxeiro. // Bernabé/Javier Lalín

Mar Romera conoce de primera mano todas las etapas del aprendizaje, puesto que ha trabajado en la enseñanza infantil, primaria y secundaria, pero también en educación especial y formación profesional, y ha sido profesora universitaria. En la actualidad es asesora pedagógica y formadora del profesorado en varias comunidades autónomas. Destaca principalmente por sus ponencias sobre educación emocional, e imparte y participa en multitud de cursos, jornadas y congresos, como las que ayer impartió en el IES Laxeiro y, también, en el Auditorio Municipal de Lalín.

-¿Qué tal está siendo su experiencia estos días por Galicia?

-Muy bien, la verdad. Hemos estado esta mañana (por ayer) en el IES Laxeiro con los chicos y fenomenal. También estuve un par de días en Sanxenxo y también fue fantástico. En Sanxenxo hablé de la familia como primera escuela de las emociones, de cómo educar a nuestros hijos desde la seguridad y desde la libertad, a la vez que desde la disciplina. También estuve con todos los coordinadores de formación de los centros educativos. Al final, estamos hablando de los modelos de educación del siglo XXI para chicos y chicas que realmente nos necesitan un montón.

-¿Cómo debería ser la escuela de la centuria en la que estamos?

-Desde mi punto de vista la escuela debe ocuparse del ser y no del saber porque cuando nos ocupemos del ser, y apostemos verdaderamente por el desarrollo integral de las personas, el saber vendrá solo. La escuela del siglo XXI tiene que ocuparse de desarrollar aquellas habilidades que son propias del ser humano y con eso me refiero a la creatividad, el pensamiento crítico o la gestión de emociones. Y no dedicarse a desarrollar aquellas habilidades propias de los robots porque nunca vamos a poder competir con ellos, que son mejores que nosotros en algunas cosas. Tenemos que competir en aquello en lo que los robots no pueden entrar de ninguna manera: Ser frente al saber, porque el saber llega sólo cuando existe el ser.

-Dice Tonucci que hay que transformar la educación con los niños y no para los niños. Supongo que lo comparte plenamente.

-Tonucci es el máximo defensor de la Convención Internacional de los Derechos de los Niños y el autor de "La ciudad de los niños" y de todo este proyecto. Hablar de la educación con los niños y no para los niños es entender que los niños no son consumidores, sino que son activos participantes y es entender que también no educamos para el futuro, que educamos el presente y que el futuro ya llegará.

-¿Es fácil caer en el consentimiento y la sobreprotección?

-Llegar a ese extremo es muy perjudicial. Nuestros niños y niñas en la actualidad están sobreprotegidos, están sobreestimulados y están además sobrerregalados. Y lo hacemos por amor, que conste, no lo hacemos porque queramos hacer las cosas mal, por supuesto. Lo que pasa es que lo que estamos haciendo con ellos es limitar su capacidad de autogestión. Los metemos en una burbuja en la que la heteronomía moral les impide desarrollar su autonomía. Con todo esto te quiero decir que con esa sobreprotección realmente los convertimos en seres muy débiles. Todo es diferente si el protagonista del sistema es el niño, que tiene derecho a participar en los aspectos que le afectan, a existir como persona y no como proyecto de persona.

-El pin parental es un asunto situado en el epicentro del debate escolar. ¿Qué le parece como mecanismo de supervisión?

-Mi opinión del pin parental es que es una fantástica cortina de humo, una manipulación de casi el espectro total de partidos políticos que viene a demostrar una vez más la mediocridad cuando hablan de educación. ¿Por qué digo esto? Porque se saca el pin parental en el momento en el que interesa, da igual cuando saliera o cuando estuviera. Además, nos podemos a discutir sobre un tema que intentando razonarlo -es difícil porque es todo emocional y nada racional- se ponen a discutir que las mamás y los papás puedan decidir sobre las charlas complementarias donde se puede jugar con la moral o la forma de pensar de las distintas familias. Estamos hablando de una hora en el curso escolar de 180 días lectivos y nadie se plantea que esos niños y niñas pudieran estar con adultos con una pésima formación inicial donde puedo tener personas racistas, misóginas, casi maltratadores o no porque igualmente hay maravillosos profesionales, que nadie sabe ni que piensan, ni que sienten, ni cómo lo hacen, y nadie se ocupa ni de la calidad profesional, ni de la dignidad de los docentes, ni de la estructura real de lo que pasa en clase. Los niños y las niñas no aprenden nada de lo que les enseñamos porque nos aprenden a nosotros y nadie se ha ocupado aun del ser de los docentes.

-¿Se aprende jugando?

-El ser humano evoluciona gracias al juego. Sólo aprenden cuando juegan. Sin embargo, yo suelo decir que a la escuela no se va a jugar, a la escuela se va estudiar y a trabajar, lo que no significa que la escuela tenga que ser tediosa, mala y aburrida. Todo lo contrario. La escuela tiene que ser interesante, apasionante, emotiva y todo lo demás. El tema es que los peques tienen derecho al juego y al tiempo libre. Jugar es una cosa muy seria en la que los adultos no debemos participar.

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