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La rúa Nova de Agolada se queda sin trueque

La panadería Vidal echa el cierre después de 81 años y el bar de Fina, tras 32

Josefa Fernández ante una ventana de su bar, en donde luce el cartel de cerrado. // Bernabé/Javier Lalín

Agolada amaneció estos días un poco más triste al ver que negocios de toda la vida echan el cierre, porque a la mítica Casa Sidorio de la parroquia de Ventosa se suman la panadería Vidal o el bar de Fina, ambos locales situados en la rúa Nova. Jubilación o cambio de vida son los motivos que llevaron a poner el punto y final a estos establecimientos que marcan la Historia de este municipio.

Tras tres generaciones y tras algo más de ocho décadas, la panadería Vidal, más conocida como de Prudencio, decidió quedarse en el tiempo al igual que el 2019. Fue fundada por Prudencio Vidal Mejuto y por su esposa María Fernández Méndez. Aprendieron el oficio en la panadería "Da Morena" de Lalín para después montar el negocio en Agolada, en la casa en la que nació María. "La panadería la fundaron meses antes de nacer mi madre, en el 1938, y ella era el tercer hijo", apunta Rocío Barrio, nieta de los fundadores y que formaba parte del negocio en la actualidad, quien cuenta que el nombre de Vidal se lo puso su madre, cuanto tomó las riendas del negocio, porque en el registro ya había otra llamada Prudencio. Su abuelo era de San Cosme (Melide), pero de muy pequeño vino a cuidar al hijo del conde del Pazo de Borraxeiros.

"Ellos montaron la panadería haciendo pan de trigo, que era totalmente un lujo, y principalmente, en sus inicios lo vendían para los enfermos, las mujeres que acaban de dar a luz y para los días de fiestas y por supuesto, cocían un día y valía el pan para dos o tres días, a diferencia de ahora", subraya Barrio.

El matrimonio tuvo seis hijos, pero fue Pacita, la madre de Rocío y actual propietaria, y Alfonso los que trabajaban asiduamente en el negocio familiar, y sería ella quien tomaría el relevo entre el 1988 y 1989. Pacita contó con la ayuda de sus hijos Javier, Graciela, Alicia y Rocío y en algún momento, también echó una mano el marido de Pacita, José Barrio. Asimismo, a lo largo de su trayectoria contaron con un empleado durante muchos años, conocido como Manolo de Venancio.

Rocío destaca que es un trabajo muy duro que apenas tiene descanso y muchos menos vacaciones. "Trabajamos desde las tres de la mañana hasta las diez o once de la noche, intercambiándos unos con otros, pero yo por ejemplo, lo hacía desde las 6:30 hasta las 10:30 muchas veces, pero fuimos la única panadería en mantener los domingos cerrados", subraya esta nieta de Prudencio.

Más que clientela

Pan, tortas, barras, chuscos, empanadas, croissants, roscas de Pascua o de Reyes o también en los últimos tiempos pizzas eran sus especialidades. Repartían por distinas parroquias de Agolada y también por zonas de Rodeiro y Monterroso y son muchas las anécdotas. "Ya teníamos mucha confianza en las casas, conversabas con los clientes que te informaban de todas las noticias del lugar y algunos nos esperaban como agua de mayo, porque por fin podían hablar con alguien", cuenta Barrio.

En frente de Vidal también cerró sus puertas hace ya dos meses el popular bar de Fina. Josefa Fernández Viñas lo tenía alquilado desde hacía 32 años y anteriormente, además del bar, que daba comidas en los días de feria, allí estaba Correos, porque el dueño, Ovidio Galego, era cartero. "Yo en ese momento estaba sin trabajo y decidí coger el negocio, pero pensando que sería algo temporal, pero el tiempo fue pasando y ahí me quedé, y si en ese momento me dicen que tengo que estar 32 años salgo corriendo", confiesa Fernández.

Ella nació en Lodeiro (Antas de Ulla), pero después sus padres se trasladaron a Agolada para regentar el bar Avenida, por lo que Fina se crió entre la barra. Tras casarse, se marchó para Barcelona durante nueve años y tras regresar tomó el relevo de este negocio.

Destaca que siempre tuvo una clientela muy buena, ya como familia, pero le entristece que se fueran quedando por el camino, ya que muchos ya fallecieron. De este bar sobresalían los callos. "Los días de feria siempre los demandaban, de hecho, un doce de agosto no los hice al hacer mucha calor y la gente me echó unas broncas ... Siempre tenía de tapa al mediodía algo de pota, que hacía para nosotros", señala,

Fueron muchas horas detrás de la barra desde las 9:00 hasta altas horas de la madrugada, o incluso, días durante toda la noche. Ahora disfrutará de su jubilación y de sus nietos.

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