"A mí también me gustaría ser el alcalde de Deza". Esta fue la respuesta de un veterano regidor cuando fue sondeado sobre la posibilidad de que la iniciativa de Crespo Iglesias pudiese materializarse. Una vez más, el bastón pesa lo suficiente como para desprenderse de él o que de los seis que se custodian en cada Alcaldía se fundan en uno aparentemente más grande y robusto.

El alcalde de Lalín defendió y mantiene que los procesos de unión de municipios tienen que ser impulsados por administraciones superiores y, si fuese posible, casi de manera obligada por el Estado. En Galicia, en los últimos años, hay un par de ejemplos -Oza dos Ríos y Cesuras- y más cerca el caso de Cerdedo y Cotobade. La integración de estas dos localidades fue aprobada por el Consello da Xunta en septiembre de 2016 no sin contestación social, sobre todo por parte de los ciudadanos de Cerdedo.

Quizá todavía sea pronto para sacar conclusiones definitivas sobre si la decisión fue acertada o no y si el nuevo Cerdedo-Cotobade es un municipio mejor para vivir, en el que sus vecinos gozan de mejores servicios y donde sus políticos gestionan de una forma más razonable sus recursos. Algunos números, por ahora, indican lo contrario. La nueva administración municipal destinó un total de 1.699.984 euros en 2018 a satisfacer las nóminas de sus trabajadores, cuando antes de la fusión la cuantía apenas rebasaba el millón y medio -651.457 euros Cerdedo y 875.889 Cotobade-. La integración sí permitió aminorar la presión fiscal a los cercedenses, que entonces estaba en 302 euros, por 199 en Cotobade, mientras que los datos de la liquidación presupuestaria de 2018 determinan que cada ciudadano contribuyó con 219 euros.

El reto poblacional tampoco se ha salvado en un territorio de interior que debe luchar contra la concentración de los asentamientos en la franja atlántico-cantábrica. Antes de la fusión las dos localidades sumaban 6.071 vecinos y el pasado año cerró su censo con 5.699.