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Una maravilla románica en peligro

La iglesia de Santa María de Bermés es una de las más envejecidas y ruinosas de la tierra de Deza

Detalles del altar mayor y de humedades en el interior del templo. // AVN

La iglesia de Santa María de Bermés es una de las más envejecidas y ruinosas de la Tierra de Deza. El templo está pidiendo un techo y un tejado nuevo -actualmente con uralita-, los muros de la nave central amenazan derrumbarse, las yedras y las zarzas crecen libremente en las paredes laterales, que son las más antiguas e interesantes del templo. Presenta un lamentable estado de deterioro que, si nadie lo remedia, pronto será pasto de inevitable ruina y destrucción.

La primitiva iglesia de Santa María de Bermés probablemente fue construida en el siglo VIII, ya que en dicho siglo aparece mencionada en el diploma del obispo Odoario: "En Deza... la iglesia de Santa María de Uermes, que fundó Alarico y sus descendientes, que fue de nuestra familia". En el siglo XII, la iglesia primitiva fue sustituida por otra de hechura románica. De la fábrica románica se conservan parte de los muros laterales, en ellos se pueden apreciar metopas decoradas con estrellas de ocho puntas o con flores de pétalos redondos y botón central, así como ménsulas con forma de hojas, personajes sentados, aves y cabezas de animales. Dentro de la iglesia hay dos canecillos reutilizados, uno representa la figura de un hombre vestido con una larga túnica y el otro con una larga y extraña cabellera. La cabecera y la fachada occidental fueron remodeladas a finales del siglo XIX y principios del XX.

De la antigua iglesia se conservan, en el Museo de Pontevedra, cuatro capiteles románicos que en su día probablemente pertenecieron a los arcos, fajón y triunfal, del ábside. Estas cuatro joyas las pudo ver en su emplazamiento original Antonio López Ferreiro en la primera visita a Bermés, a mediados del siglo XIX. Actualmente, dos de estos capiteles adornan la puerta de entrada a la capilla de San Telmo, dentro del Museo y los otros dos se exhiben en la sección lapidar que alberga las ruinas del convento de Santo Domingo.

Es muy importante lo que se perdió de la antigua iglesia. El ilustre filólogo Francisco Javier Rodríguez, vecino de Bermés, sobrino del Matemático y autor del primer diccionario gallego-castellano (A Coruña, 1863), atribuye la fundación de la iglesia a los Caballeros Templarios, "por la figura de carnero que está sobre el outón de la capilla mayor o coro, sobre cuyo crucero hay la venera o escudo de las armas de la Orden y otra sobre el campanario". Para recordar su aspecto exterior, contamos con el testimonio del cronista lalinense Francisco Vilariño García, que llegó a ver la iglesia antes de su remodelación: "La antigua fachada tenía aires de fortaleza y muros de sostén con figuras de tigres, canecillos y seres fantásticos, que abundaban en los capiteles de las columnas y arcada de la capilla mayor y que las nuevas formas hicieron desaparecer, conservándose tan solo algunos en las tocatejas de los muros laterales y la hornacina que mirando al oriente en la parte exterior atestiguan lo expuesto". Y añade a pie de página: "Recuerdo hasta 1862 esas joyas de la antigüedad".

En el año 1897, el hijo del anterior, Jesús Vilariño Ramos, en el periódico de Pontevedra El áncora, publicó un artículo titulado El monasterio de los Quemados, donde, también, deja algunos apuntes de lo que fue la primitiva iglesia románica, desaparecida con las reformas de finales del siglo XIX y principios del XX: "La caprichosa labor del cornisamento interior y exterior y las columnas laterales del presbiterio, con sus raros arquitrabes y pedestales, dan una prueba bien palmaria de su antigüedad. Cuatro cuerpos de fabulosos animales, a cada dos de los cuales corresponde una sola cabeza, mediando entre los dos cuerpos otra cabeza mitológica, forman el dibujo de los capiteles de las columnas. Infinidad de cabezas que simulan ser de carneros, mastines, lobos, cabras, venados y jabalíes, forman la cornisa interior y exterior de la nave principal de la Iglesia. Con las reformas modernas, fue elevado el cuerpo de la nave principal, recibiendo otro sesgo la obra y adicionada a aquella una nave colateral donde se halla el altar de la Virgen Patrona de Bermés, la sacristía y la ante-sacristía, por lo que se ve que la Iglesia no era de grandes dimensiones".

Los investigadores actuales que escribieron sobre la iglesia de Bermés manifiestan que fue una obra de excepcional calidad. Ramón Yzquierdo Perrín, estudioso del románico en la provincia de Pontevedra, sitúa su construcción en el año 1150, descubre en la fábrica de la iglesia la influencia del maestro Esteban, encargado por el arzobispo Xelmírez de dirigir las obras de la catedral compostelana a principios del siglo XII. Escribe: "Entre los edificios en los que se detecta claramente la mano de uno de sus discípulos se encuentra la iglesia de Santa María de Bermés, en la que destaca de manera especial la variedad, riqueza y relativa calidad de sus motivos ornamentales". Refiriéndose a los citados capiteles que se conservan en Museo de Pontevedra, detalla: "Indudablemente, el anónimo maestro de la iglesia de Santa María de Bermés revela una formación escultórica muy superior a la habitual entre los artistas del románico rural, incluso muy por encima de maestros de nombre conocido, como Pelagio. Tal formación tuvo que adquirirla en las obras de la catedral de Santiago, o a lo sumo en contacto con alguien en ella formado".

Isidro Gonzalo Bango Torviso, experto en arquitectura románica de la provincia de Pontevedra, lamenta la mala conservación de la iglesia y dice que "su cornisamento está ricamente decorado (...) y es del tipo completo que venimos considerando como uno de los más antiguos o por lo menos de tradición antigua dentro de la duodécima centuria; sin embargo los capiteles, aunque de inspiración compostelana, ofrecen un mayor naturalismo que no puede ser anterior a 1170".

La más reciente y amplia descripción se encuentra en la Enciclopedia del Románico en Pontevedra: "La importancia de la iglesia de Bermés reside en que a pesar de las grandes alteraciones que ha sufrido la planta, el conjunto escultórico de la cornisa, conservado in situ y los capiteles, en Pontevedra, se nos revelan como obra de una calidad excepcional, al destacar dentro de la simplicidad desarrollada por los maestros rurales. Además, la obra de Bermés es una obra temprana, de las décadas de 1150 a 1160, por tanto es el modelo seguido por múltiples talleres, que lo copian y lo difunden (...). La formación del maestro de Bermés se realizó con seguridad en la fábrica de la catedral de Santiago o junto a alguien formado en ella". El autor del texto afirma que Yzquierdo Perrín "ve posible que el maestro de Bermés y el de la iglesia de Palmou sea un único artista, por cierto parecido en algunos canecillos, aunque no en la decoración de las tabicas, que en Palmou son lisas".

Profusión y variedad ornamental

Hipólito de Sá Bravo, al que acompañó, a principio de los años 70, el periodista e historiador nacido en Bermés, Armando Vázquez Crespo, en una visita que realizó a la iglesia, se lamentaba poco después en un libro: "Las partes del tejado cubiertas con planchas de uralita que en otros lugares tan solo se usan en los tejados de los galpones y alpendres". Para escribir a continuación: "Lo que queda de la obra antigua refleja una importancia extraordinaria (...), ya que no abundan las iglesias con la profusión y variedad ornamental del tejaroz de la iglesia de Bermés con su extraordinaria colección de canecillos".

Armando Vázquez Crespo, en su libro Unha historia de Bermés. A memoria de xentes e tempos idos, que sirvió de referencia y de recopilación de importantes datos para la elaboración de este trabajo, recuerda lo mucho que se perdió y se lamenta: " E máis se perderá se non tratamos de salvar o que nos queda do templo románico e prerrománico: as paredes laterais da nave, unha alombada e escunchada e a outra invadida pola vexetación. E dá vergoña recordar que unha parte do tellado está cuberto dende hai años por placas de uralita...". Lástima de tanta maravilla para tanto abandono.

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