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María Teresa Rejas: "Cuando una persona está satisfecha con su vida no tiene tanta hambre emocional"

Impartirá una conferencia en la Sala Abanca el miércoles

Teresa Rejas, en su consulta. // Bernabé/Cris M.V.

Con raíces andaluzas, nacida en Barcelona y criada en Mallorca, María Teresa Rejas está afincada desde hace casi 12 años en la parroquia estradense de Cora. Experta en nutrición y emociones, el miércoles hablará en la Sala Banca de A Estrada (19.00 horas) sobre el hambre emocional y la relación entre la obesidad y las emociones. Lo hará de la mano del Aula de Salud de Mulleres da Estrada.

-Será el tema central de su ponencia y, forzosamente, también la primera pregunta: ¿qué podemos entender por hambre emocional?

--Como hambre emocional podemos entender que la mayoría de las personas no comemos por hambre corporal o biológica, sino por ese vacío emocional, esa ansiedad, por esos miedos. La comida es una forma de compensar esa ansiedad o ese miedo y de tapar esa carga emocional negativa que viene de alguna manera en nuestra memoria celular. Las personas estamos sobrealimentadas, mal nutridas y la mayoría de las personas que comen de manera compulsiva es para tapar ese agujero, esa falta.

-Hay quien dice que, a día de hoy, el ser humano come en muchos casos muy por encima de sus necesidades reales. Cuando se dice que parece tenemos un agujero en el estómago, ¿no es hambre verdaderamente lo que sentimos?

-No, no viene de una necesidad de alimento. Yo en la charla voy a poner una serie de ejemplos para que la gente entienda cuando es un hambre biológica o corporal a un hambre emocional. El hambre emocional no espera, es como una necesidad: ahora mismo tengo que pillar esas galletas, ese chocolate o lo que sea y no espera. Es rápida. Una forma como que tengo que comer ya, no puedo esperar.

-¿Y cómo se sacia ese apetito emocional?

-Se puede saciar como cuando una persona tiene cualquier adición a cualquier cosa. Primero, reconocerlo. Quitar florituras, no engañar a la mente porque la mente es muy poderosa y siempre pone excusas para no tener responsabilidad. Sé que no es fácil, pero no es imposible. Cada persona tiene que ir paso por paso y a su ritmo, pero el primer paso es tomar conciencia y reconocer. Y después, aceptarnos, que es la parte más heavy, como yo digo

-¿Y dónde está la línea para distinguir lo que podría ser un sobrepeso derivado de un hambre emocional y otro ocasionado por otros motivos?

-Tu puedes tener un sobrepeso puntual por unas circunstancias puntuales en tu vida, un duelo por la muerte de un familiar, de un amigo, porque has tenido que cambiar de lugar de trabajo y eso te crea ansiedad. En cambio, un sobrepeso, hablando ya de obesidad mórbida, de personas que ya desde pequeñitos han estado obesos, el problema normalmente viene de un conflicto de fábrica, un conflicto vinculado directamente con la madre que no se ha resuelto. Yo doy algunas claves y son las herramientas que empleo en consulta.

-¿Cómo diferenciamos si sentimos un hambre u otra?

-Es un poco lo que te comentaba. El hambre emocional no espera. Necesito chocolate, y parece que tienes que comerlo, y si no lo tienes, te vas corriendo a comprarlo. La otra es, yo tengo hambre pero si no como a las dos como a las tres, y no pasa nada, ni me irrito ni me muero. Es un poco para diferenciar eso dos tipos de hambre.

-En ocasiones se dice que el cuerpo es sabio y que, por tanto, si sientes necesidad de un determinado alimento - incluido el chocolate - es porque necesitas algo que te aporta...

-Eso, yo que llevo tan solo 20 años -y de verdad te lo digo no desde la soberbia sino desde la humildad,-, te diré que hace años me he topado con nutricionistas que no tenían tanta información y decían eso: bueno si te pide tu cuerpo azúcar es que le tienes que dar azúcar. No. Eso ahora, en la vanguardia de la nutrición, según lo que tu cuerpo te pide, y sobre todo si siempre te pide azúcar, es que ahí hay carencias. Y después no tenemos que olivar que hay un desequilibrio con la microdieta emocional, que esa es una orquesta que no hay que olvidar. Siempre, si nuestro zoológico patógeno, como yo le llamo, está muy alterado, es lo que te va a pedir más, ese tipo de comidas. Eso está vinculado a un desequilibrio y una serie de carencias.

-¿Y qué aporta ese chocolate o ese azúcar para saciar el hambre emocional?

-Lo que nos da el chocolate y el azúcar, aparte de calmarnos, está vinculado con el amor maternal. La primera comida que da al niño la persona que lo alimenta, sea de una forma artificial o natural, es la madre. Se ha comprobado que un niño sin amor muere. El dulce está vinculado al amor maternal. Sentimos seguridad con el dulce. Es verdad que habrá personas que nos dicen: a mí no me gusta el dulce. Pero la mayoría de las personas que tienen ansiedad tiran hacia ahí, aunque no lo vinculen al dulce. Por ejemplo el pan, tiene el índice glucémico tan alto como el azúcar. Dice, yo no como galletas y se come a lo mejor al final del día una barra de pan. Hombre, pues ya no te hace falta.

-En definitiva, ¿detrás de este tipo de hambre está un conflicto emocional que no hemos resuelto?

-Sí totalmente. Cuando una persona está bien en su pellejo, cuando está satisfecha con su vida y con su entorno no tiene tanta hambre emocional. El grado de insatisfacción va estrechamente relacionado con los kilos que engordas. La insatisfacción es un alimento negativo. Yo siempre digo: si te comes un donut, cómetelo con alegría pero no te lo comas y luego te castigues porque ese donut te va a engordar

-¿Se puede ser hambriento emocional ocasional?

-Sí, si. Puedes tener una circunstancia puntual, que pases por un duelo, te has separado, has tenido que cambiar de país y tener ese miedo, esa ansiedad, y tapar ese hueco con la comida. Emoción quiere decir movimiento, tienen que salir.

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