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¿Quién da la vez?

La zona de juego infantil de la alameda se queda aún pequeña para la demanda y la ubicación de los columpios, en una zona estrecha entre bancos de hormigón, suscita quejas

No hace falta ser técnico. Basta con ser madre o padre. O con llevar a los nietos a que disfruten al aire libre. No se necesita un ojo demasiado experto para apreciar que la nueva zona de juego infantil de la recién ampliada alameda municipal tiene cuestiones mejorables para lo mucho que se hizo de rogar. Basta sentarse un rato en uno de estos bancos para escuchar las quejas y sugerencias de las mamás y papás que corren detrás de unos niños que en las últimas semanas han estrenado con auténtica entrega unas instalaciones que recuperan tras más de nueve meses de obras y espera.

Una de las sensaciones que ofrece la nueva alameda de A Estrada es la de amplitud. Los jardines municipales se han expandido hasta la calle Castelao, en un apuesta decidida por los espacios abiertos. Sin embargo, aunque sobre el papel y sobre el terreno los metros canten y aseguren que la zona de juego duplicó su espacio, hay algo que no encaja. O bien la demanda era demasiado alta y no se la valoró suficientemente a la hora diseñar la zona de juego, o bien se escogió una distribución para el disfrute de los más pequeños que sigue dando el aspecto de parque abarrotado, en el que los niños corren de un juego para otro, deteniéndose solo cuando les toca esperar turno para subirse a un columpio. Y en días de sol la espera no es corta y las colas, tampoco.

La situación es difícil de entender si se compara con la comodidad de las palomas en las grandes zonas verdes -que están muy bien- o con los muchos pasillos y espacios que, quizás, podrían utilizarse para que la diversión infantil no estuviese tan constreñida.

La zona destinada al parque para los niños más pequeños tiene forma de riñón. Ello hace que en algunas partes y momentos la imagen que ofrezca es la de que los usuarios están apretados, apelotonados. Pero, sin duda, una de las cuestiones que más preocupa a los padres es el lugar escogido para los columpios. Están justo en la entrada de esta zona recreativa, en la parte más estrecha del área y entre bancos de hormigón. Ello se traduce en constantes carreras y algún que otro grito para impedir que los niños sean empujados contra el duro muro al chocar contra otro pequeño -o no tan pequeño- que se columpia como tiene que hacerlo un niño: despreocupadamente.

El asunto llegó en la noche del jueves al pleno a través del grupo del BNG, que dio traslado de las quejas de padres y abuelos, que advierten del peligro que esta distribución, y el poco espacio de tránsito que de ella se deriva, ocasiona en un momento de descuido. La portavoz nacionalista, Susana Camba, explicó que el gobierno se escuda en que cumple con los requisitos técnicos. "Quien hizo el proyecto, o no tenía niños o no los lleva al parque", concluyó Camba.

Aunque no dé esa impresión, el parque ha crecido. Lo dicen los datos del proyecto. De los 669 metros cuadrados anteriores se pasó a un espacio de juego de 1.371, distribuido en tres zonas: una infantil de 496; una pista deportiva de 417 y una juvenil -la de la tirolina y las pirámides- de 370 metros cuadrados. En todo caso, 1.371 metros cuadrados no semejan realmente demasiados si se comparan con otras cifras del proyecto de reforma de la alameda, como los 5.447 metros cuadrados que en su día se indicaron para plazas y caminos pavimentados o los 5.269 correspondientes a zonas verdes.

Ya sea por una cuestión de espacio, diseño o distribución, lo cierto es que el número de elementos de juego no mejora en demasía lo que había, al menos desde el punto de vista cuantitativo. Antes había 10 columpios y ahora son seis más uno de malla; los cuatro toboganes mantienen ahora invariable el número, si bien dos de ellos son tubulares. El diseño antiguo tenía tres estructuras de mayor tamaño y el actual lo iguala en número, si bien una de ellas gana estética con su forma de cohete de gran altura.

La tirolina es uno de los atractivos de las nuevas zonas, al igual de las pirámides de cuerda. Estas últimas parecen haber convencido a sus usuarios, que no dudan en señalar, en cambio, los metros que le faltan a una tirolina que se anunció bastante más larga.

El cohete merece una mención aparte. Su estética es evidente pero muchos padres coinciden en apuntar su escasa accesibilidad. Los niños se arrastran sin problema pero, si un pequeño se emociona en la escalada, es difícil para un padre o una madre apurados atraparlo antes de que siga ascendiendo por la estructura. El cartel también merece un capítulo, o casi mejor un máster para entender las instrucciones de uso. El sentido práctico lleva a simplificar: los pequeños que se queden en la primera altura y los más atrevidos que se atrevan con el tobogán más alto.

Sin baños públicos

Otra cuestión que echan en falta los usuarios del parque de la nueva alameda emana de una carencia de los últimos tiempos de la vieja alameda: la falta de baños. Aunque se había anunciado que se estudiarían posibles ubicaciones para este servicio -de primerísima necesidad y urgencia cuando se acude con niños- lo cierto es que el tiempo ha pasado, las instalaciones se han estrenado y no parece que unos baños públicos tengan encaje en los nuevos jardines.

Finalmente, aunque son muchos los que aplauden la idoneidad de la alameda para los patines y las bicicletas -antes no tenían cabida en el recinto-, también hay voces que demandan cierta regulación en la materia para evitar incidentes. Una delimitación o señalización podría, incluso, brindar una lección inesperada de seguridad vial.

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