En la recién celebrada Romería do Faro Pequeno, el 15 de este mes, los centenares de fieles pudieron contemplar el resultado de los trabajos acometidos en los últimos meses pero que, en realidad, se hacían necesarios desde hace un par de años. El párroco responsable de la capilla, Javier Diéguez, explica que en 2017 ya se habían detectado huellas del paso del tiempo en el deterioro del tejado, la aparición de musgo y líquenes en las paredes o grietas, también en las paredes, que se deben a la propia estructura del templo. Además, como la capilla está asentada en una cota más baja que en su entorno, solía filtrarse humedad.
El paso siguiente fue presentar un proyecto de intervención a la Dirección Xeral de Patrimonio. Por ahora, solo pudo intervenirse en el exterior, mediante una inversión de unos 80.000 euros que costean entre la Diócesis y el propio santuario. Las obras consistieron en "retirar la teja deteriorada y la uralita con amianto", para reponer tanto la teja como madera y uralita, además de instalar un canalón que recogiese las pluviales y evitase filtraciones. Y aquí llega la discordia: desde el partido político Por Chanada-CUP se remitió un escrito a la Dirección Xeral de Patrimonio en el que indica la recolocación de uralita así como la presencia de es canalón de zinc, que n se integra con el entorno, según el partido, pero que no podía ser de cobre "para evitar que se robe", como indica el párroco.
Las aguas pluviales descienden a una franja perimetral a una zona más baja del terreno. Para que esa zanja resultase más estética, se colocaron losas de granito rústico, separadas entre sí por tres centímetros para que crezca la hierba entre ellas. Para el portavoz de Por Chantada, Antom Fente, este zócalo no tiene justificación, y menos en una zona incluida en un Lugar de Interés Comunitario, en Red Natura y que posiblemente pase a ser una reserva de la biosfera, al estar dentro de la Ribeira Sacra. Para Fente, lo ideal sería cubrirlo con tierra.
La fachada se sometió a un lavado para retirar vegetación. Su cambio es notable (ocurrió lo mismo con otros bienes, como el puente de Ponte Ledesma una vez que quedó sin hiedras). Para el partido político chantadino, esta actuación obedece a un "aplicar esquemas mentales urbanos a espacios rurales o incluso al monte". Pero es que, en virtud de esas continuas filtraciones, era necesario también sellas las grietas para evitar que fuesen a más.
En el interior, como decíamos, es necesario cubrir piedras bastardas y limpiar también algas y líquenes, además de revisar grietas en algunos puntos de la sacristía, como señala su párroco. Quedará para una futura intervención. Por de pronto, un donante acaba de regalar la iluminación ornamental y el proyecto que avaló Patrimonio permitió retirar una tribuna lateral, "que no era un claustro-corredor que daba a la cafúa", indica el párroco, corrigiendo al partido político chantadino, que aseguraba que era del siglo XVIII y que conducía a a ese cuarto de limosnas. Se trata, en realidad, de una tribuna que por su deterioro, aunque sí se usaba, "estaba sostenida por cuatro puntales de hierro. Hace siete u ocho años los cubrieron con pintura decorativa", explica el sacerdote. Fecha esta tribuna en el siglo XIX, e indica que aún pueden verse mutilaciones en la cantería para su colocación. Tras su retirada, "ahora dejó un espacio más diáfano". Antom Fente sostiene que podía haberse restaurado.
No es la primera reforma a la que se somete uno de los templos con más devoción en la comarca. En los años 90 se pavimentó la nave y se retiraron cables. En este punto, Por Chantada recuerda que bajo esa pavimentación hay un suelo original de perpiaño y que "en alguna ocasión intentó hacerse un comedor, por detrás de la capilla, que no llegó a materializarse". Recalca que "no estamos en contra de los arreglos, pero que no retiren los elementos originales".
