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Aloitadora, como mamá

Nuria Díaz Obelleiro aloitó durante 20 años en Sabucedo - Ahora inculca a sus tres hijos esta pasión para que perpetúen el legado, iniciándolos en el manejo de los potros

Nuria, junto a sus hijos Xiana, Saínza y Anxo, ayer, en el curro de Sabucedo. // Bernabé/Juan Carlos Asorey

Las mujeres están profundamente ligadas a la historia de la Rapa das Bestas. Cuenta la leyenda que fueron dos hermanas las que dieron origen a esta ancestral tradición al ofrecer a San Lourenzo, el patrón de Sabucedo, dos caballos si las libraba de la peste. Estos ejemplares habrían de reproducirse en los montes conformando la manada de O Santo. Siglos después, las mujeres garantizaron también la supervivencia de este legado al asumir los trabajos de la rapa cuando los hombres de la aldea marcharon al frente en la Guerra Civil. El papel femenino en esta tradición fue siempre importante y continúa siéndolo de la mano de las aloitadoras que aguardan impacientes cada año el momento de entrar en el curro.

Nuria Díaz Obelleiro es una esas valientes. De hecho, es la segunda mujer aloitadora de Sabucedo, después -explica- de Susi Tafalla. Aloitó por vez primera a los 18 años y estuvo haciéndolo durante dos décadas. Hace dos años que dejó de saltar en el Campo do Medio. Los sentimientos que afloran con la maternidad la empujaron a hacerlo, pero también a preparar el relevo con tres pequeños aloitadores. "Sigue siendo una pasión, pero hay que tener conciencia de madre", explica mientras mira con envidia a sus compañeros. Reconoce que siempre existe el peligro de llevarse un golpe desafortunado y no puede ni quiere perderse disfrutar de cómo esta tradición va creciendo en los corazones de Xiana, Saínza y Anxo.

Con 10, 8 y 5 años, estos tres niños de Sabucedo ya se estrenaron en el manejo de los potros. De hecho, Anxo lo hizo cuando solo tenía tres años. "Lo tienes que amparar muchísimo porque sigue siendo un niño y son animales de 300 kilos que tienen muchísima fuerza", explica su madre, que no deja de reconocer que iniciar a sus pequeños en el trabajo de la rapa "es el mayor orgullo". Confiesa, no obstante, que en el momento de dar el paso la inundaron sentimientos contradictorios. "Por un lado, tienes el sentimiento de que eres madre y lo estás metiendo ahí pero, por otro, ves que lo disfruta, que los coge. Vas con preocupación pero más cheíña para casa...", relata.

Nuria entiende que, visto desde fuera, hay quien puede pensar que meter a los niños en el curro es de poco sentido común. "Pero, si no los metes y les empiezas a inculcar que a los animales les hay que tener respeto, no miedo, y que esto es nuestra vida, el día de mañana no habrá nadie que se meta ahí y que cuide de los montes ni de las bestas", declara, reafirmándose en que este es el único modo de transmitir el legado y asegurar que la tradición se preserva. "Sabucedo sin curro sería otra aldea. Esto es lo que disfrutamos y lo que espero que disfruten mis hijos y los hijos de mis hijos", añade.

Con las ganas de aloitar reflejadas en su rostro mientras observa desde la grada cómo transcurre el segundo curro del año, Nuria Díaz Obelleiro explica que su hija mayor disfruta del trabajo del monte con pasión pero siente miedo en el curro. Ella no la obliga, no quiere que la pequeña lo pase mal y reconoce que la Rapa es mucho más que el curro. Confiesa que cuando ve como sus vástagos se mueven entre los caballos siente un orgullo inmenso. "Esto está dentro de nosotros, lo llevamos dentro", sostiene.

"Cuando salen del curro me dicen que quieren volver mañana", comenta entre risas Nuria. Después del encuentro del lunes, a Xiana, Saínza y Anxo se les antoja muy larga la espera hasta el año que viene. Sin embargo, su madre explica que en su caso "lo viven de otra manera" porque van al monte con frecuencia y también tienen caballos en casa. "Lo viven de modo más cercano, los 365 días, como hay que vivirlo. La Rapa no es tres días; es todo el año. Ha que cuidarlos y mirar que no bajen. Cuidarlos, y mucho", subraya.

Nuria no cree que vuelva a aloitar. "Llega un momento en que tienes que decir hasta aquí. Fueron muchos años y por lo que más orgullo siento es que en Sabucedo no tenemos discriminación, ni en el monte ni en el curro. Vas con ellos; te apoyan, te dicen, te enseñan, te ayudan... Estamos mano a mano y hay que cuidar eso", afirma. Nuria nació con la marca de la tradición y será por siempre aloitadora. Durante 20 años disfrutó de la Rapa das Bestas sobre la arena. A partir de ahora le tocará hacerlo a través de sus hijos, ayudándolos a adquirir destreza allí donde mejor contribuyan a perpetuar este legado.

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