El "sí, quiero" que los fieles oyeron ayer en la iglesia de As Dores de Lalín no era el de una pareja que decide unirse en matrimonio, ni el de los padres que desean bautizar a su pequeño. Por primera vez en los 100 años de este templo dos seminaristas, Alejandro Asorey Novoa y Carlos Jesús Sánchez Márquez, accedieron a su nombramiento como diáconos en una ceremonia que suele celebrarse siempre en la catedral lucense o en el seminario. De forma excepcional, la ordenación escogió al templo lalinense por la cifra notable de vocaciones de jóvenes dezanos, por el vínculo de los dos protagonistas con Lalín y porque el párroco, Marcos Torres, es delegado de vocaciones.

Igual que una novia, los dos jóvenes entraron los últimos en el templo, precedidos por sus compañeros seminaristas, decenas de sacerdotes, el obispo Alfonso Carrasco Rouco y su formador. Tras la lectura del Evangelio, el prelado llamó a los dos seminaristas por su nombre, quienes respondieron con un "presente", y preguntó al formador si los dos eran dignos de subir ese primer escalón hacia el sacerdocio. La respuesta fue un sí. Ya en la homilía, Carrasco Rouco señaló la idoneidad de la lectura del Evangelio, la del Buen Pastor, para recalcar en más de una ocasión que los dos diáconos siempre tendrán como apoyo su fe y la mano de Dios para enfrentarse a las adversidades y a una profesión que no termina a los 65 años, sino que los acompañará por el resto de su vida. Tras estas palabras, el obispo preguntó a Alejandro Asorey y Carlos Jesús Sánchez si deseaban consagrar su vida y colaborar en la labor religiosa. Tras un "sí, quiero", conjunto, también para la promesa del celibato, cada uno por separado prometió obediencia tanto al obispo como a los sucesores en su cargo. La emoción por este compromiso que acaban de adquirir los dos jóvenes fue palpable en el rostro de las decenas de amigos y familiares que los acompañaron en una jornada tan trascendental.