La presión de las compras por internet y las grandes cadenas no solo cercenan los ingresos del pequeño comercio lalinense y dezano, sino que desde hace tiempo frenan la aparición de nuevos negocios. Un paseo por el casco urbano lalinense permite ver carteles en bajos que están en alquiler o a la venta, desde hace meses o incluso años y a pesar de que sus precios de arrendamiento han ido bajando de forma progresiva durante la crisis. El boom que hace una década tuvo la construcción en Lalín explica que en puntos como la rúa Habana, en O Regueiriño. casi todos sus bajos busquen su primera actividad.

De hecho, locales por los que antes de la recesión había que pagar 1.300 euros, ahora pueden alquilarse por 800, como indican desde una inmobiliaria dezana. Ocurre algo parecido en el casco urbano de Silleda, donde bajos que antaño tenían un coste de 500 euros al mes a día de hoy están disponibles por 250.

A pesar de que los alquileres son bastante más asequibles, quien quiere abrir un negocio se lo piensa mucho porque tendrá que hacer frente además a los recibos de luz, agua y calefacción, así como al sueldo del empleado y su cotización a la Seguridad Social, que subió por el incremento del Salario Mínimo Interprofesional. La escena es aún más complicada si el local en cuestión necesita un arreglo o se encuentra sin ningún tipo de acondicionamiento. Desde Inverdeza, Patricia Seijas señala que "hay muchísimos bajos comerciales que se encuentran en ladrillo y sin acondicionar. Pero la gente no se anima a realizar una inversión" precisamente por el recorte de beneficios que está padeciendo el pequeño comercio. En épocas de bonanza, el desembolso para adecuar un bajo antes de su apertura al público podía rondar la friolera de 40.000 euros.

Seijas apunta que las calles donde suelen alquilarse más pronto los locales comerciales son las céntricas: Principal y Loriga, González Taboada y Antonia Ferrín Moreiras (la antigua rúa D). "También es verdad que el tipo de actividad influye en la elección de la calle, ya que hay negocios que precisan no tanto una exposición directa al público, sino una superficie amplia".

En Principal y Loriga el precio no se ha resentido tanto desde los años de la crisis y suele ocurrir que en el momento en que queda un local vacío, un negocio cercano aprovecha para cambiarse a él en busca de más espacio o más visibilidad. Y soportan mejor el efecto negativo que suele causar sobre la hostelería el cierre de tiendas de ropa y textil. Esto explica la oferta concentrada en las cuatro calles mencionadas, igual que ocurre en Ourense con las rúas Do Paseo y Santo Domingo, o el nudo entre Doutor Teixeiro, General Pardiñas y Alfredo Brañas, en el Ensanche compostelano.

Pero también se da el caso contrario, porque es muy difícil que un establecimiento consiga consolidarse en una calle en la que ya no están instalados otros negocios similares. En Lalín, los bajos de la rúa Monte Faro, igual que los de Rúa da Cacharela, estuvieron siempre cerrados en manos de sus propietarios y para uso privado. A día de hoy, la primera calle no tiene ningún tirón comercial y en la segunda los contadísimos negocios que están en marcha funcionan bajo la mano de los dueños de los locales, y de ahí que aunque los beneficios no sean altos, al menos no hay que pensar en cubrir los gastos de alquiler o de hipoteca por la compra.