Las entreplantas, sobre todo en el casco urbano de Lalín, son tan versátiles que pueden convertirse tanto en oficinas como en peluquerías o una pequeña tienda de ropa. Tuvieron su apogeo décadas atrás, basta con darse un paseo por la citada calle Antonia Ferrín Moreiras y ver las docenas de locales que antaño funcionaron como tal. Pero ahora estos espacios se encuentran en un franco declive. "Uno de sus problemas es la accesibilidad", ya que a todas, sin excepción, se llega mediante escaleras, sin rampas de por medio. "Tampoco tienen la visibilidad de un local comercial en una planta baja y con acceso directo desde la acera, y de ahí que resulten bastante más económicas", señala Patricia Seijas, de Inverdeza. La disponibilidad de plantas comerciales es casi tan abultada como la de los bajos, pero su futuro se antoja todavía más oscuro por ese 'suspenso' en accesibilidad y la escasa visibilidad que tienen para el peatón. Resulta curioso, también, que su mayor volumen se concentre en las calles que siguen manteniendo el pulso comercial. Eso demuestra el tirón que tuvieron años atrás.

La conversión en vivienda

En Deza no ocurre, pero sí pasa en ciudades donde la recesión precipitó el cierre de establecimientos comerciales. En Madrid o Barcelona, con el boom de la vivienda por detrás, es frecuente reformar los locales comerciales para reconvertirlos en un piso. Sale más barato que adquirir el piso como tal. Entre los inconvenientes están el ruido y una iluminación menor que en otras plantas superiores. A finales de 2018, en Barcelona había más de 3.000 locales vacío s con uso residencial. Eso sí, hay que tramitar una cédula de habitabilidad.