Fieles a la cita de cada 21 de marzo, los devotos más incondicionales de San Benito peregrinaron ayer hasta la parroquia forcaricense de Pardesoa. En su primera romería del año, habitualmente denominada por los lugareños como "romería de invierno", San Benito pudo sentir el fervor de sus legiones de creyentes, que siguen confiando en él como en el "santo más milagroso".

Ahora bien, ni las propiedades del aceite de oliva bendecido ni el tradicional ritual de la imposición del santo ni el beso final a la reliquia consiguió rebajar la cada vez más envejecida media de edad de los asistentes a la celebración. Por la mañana, admitió el párroco Saúl Retamozzo, los jubilados fueron mayoría. Y entre los asistentes muchos lamentaban que el envejecimiento poblacional comience a hacer mella en la afluencia a esta tradicional romería.

También las obligaciones profesionales y estudiantiles de los devotos más jóvenes le restaron afluencia a las misas matutinas pero engrosaron la de tarde, donde predominaron las familias con hijos. Por la mañana había habido misas cada media hora desde las nueve y solemne con procesión a la una. El expárroco jubilado José Pérez Bértolo volvió, como cada día de San Benito, a reforzar la labor de Retamozzo, igual que el arcipreste Luis Caxide y los sacerdotes Ramiro, de Vigo, y Eladio de Beariz. No pudieron evitar echar de menos a otro incondicional de San Benito: Manuel Touceda, el párroco de Forcarei recientemente fallecido.