Teresa Amboage Fernández está desolada. Esta vecina del lugar de Parafita, en la parroquia estradense de Nigoi, vive desde el lunes muy pendiente de las seis ovejas malheridas que le dejó un nuevo ataque del lobo registrado en la tarde del martes a plena luz del día, muy cerca de casas. Otro de los animales pereció como consecuencia de las graves heridas que el cánido le causó en el cuello.

Realmente, los siete animales víctimas del ataque presentan graves mordeduras en el cuello. Solo cuatro de las reses del rebaño salieron indemnes. En parte, explica su dueña, porque -dada la cercanía de la finca en la que se produjo el ataque a las casas- pudieron huir despavoridas en busca de ayuda, alrededor de las 17.00 horas del martes. Fue precisamente su loca carrera y el "susto" en el cuerpo que traían lo que hizo que su dueña -acompañada por su hija y su nieta- se dirigiese a toda prisa al lugar en el que se estaba produciendo la cacería. Al acercarse para socorrer a sus ovejas, vieron alejarse a un lobo de grandes dimensiones, al que atribuyen la matanza de la res muerta y las heridas sufridas por los otros seis animales.

Ayer, tras informar de lo ocurrido a la Xunta de Galicia y mientras esperaba la llegada de los agentes facultativos medioambientales, se lamentaba de la situación. Explicó que tiene este pequeño rebaño para mantener limpias sus fincas y para obtener el abono necesario para cultivar patatas y verdura. No es la primera vez que sus reses sufren el ataque del lobo. Hace casi una década ya sufrió otro, que se saldó con tres animales mordidos que el lobo tampoco pudo llevarse. Pero, de aquella experiencia, Teresa Amboage deduce que previsiblemente los seis animales malheridos el martes no superarán sus graves heridas. "Ese tipo de heridas no cura", explica, convencida de que las seis ovejas malheridas morirán de la grave "infección" que le ocasionarán las heridas ocasionadas por el lobo.

Pero, más allá de las pérdidas, esta vecina de Parafita también se muestra muy preocupada por "la cercanía a las casas" del ataque del lobo a su rebaño. "Si tienen hambre, estamos perdidos", reflexiona, antes de preguntarse "¿y si por hambre atacan a un niño". A las pérdidas por el ataque y al dolor por ver a sus ovejas en tan malas circunstancias se le une, por tanto, su preocupación por la posibilidad de que el lobo vuelva a atacar de nuevo, a animales o incluso a alguna persona.