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La aguamarina de una eterna amistad

En el verano de 1936 a Sarita Caramés la raparon la cabeza por no desvelar el paradero de su padre - Su amiga María Varela recogió los mechones para garantizar que, para sorpresa de todos, luciese cabello al día siguiente

Sarita Caramés Quinteiro.

Un anillo con una aguamarina se convirtió en un símbolo de su unión. La estradense Eva García García recuerda cómo lucía en el anular de la mano izquierda de su abuela, mientras su madre le pedía "por enésima vez" que se lo sacase para fregar los platos si no quería acabar con la bonita piedra. Pero María Varela Agrelo no quería separarse de aquel anillo, "y no lo sacó hasta que sintió cerca la muerte", relata su nieta. "Comprender por qué es duro de contar...como mucho de lo acontecido en aquel verano de 1936 en A Estrada, después del 18 de junio", narra el artículo que incorporó esta autora en el último volumen de A Estrada. Miscelánea Histórica e Cultural, la publicación anual del Museo do Pobo Estradense Manuel Reimóndez Portela.

La historia engancha e impacta, permitiendo al lector imaginar cómo vivieron A Estrada y sus gentes aquel verano y todo lo que desencadenó.Es la historia de dos amigas -Sarita y María- y, a la vez, la historia de muchos otros. Eva García la recupera como nieta de una de sus protagonistas, poniendo sobre el papel el relato que tantas veces escuchó de los labios de su abuela y sumando testimonios como el del primogénito de Sarita Caramés Quinteiro. El resultado cautiva.

María Varela Agrelo, de profesión peluquera, y Juan García Briones vivían en una de las casas gemelas construidas en la avenida Fernando Conde de A Estrada. La otra la ocupaba el matrimonio Caramés Quinteiro, que tenía dos hijos. La hija, Sarita, participaba en la vida cultural y política de la villa. De recocida belleza, pertenecía al grupo de música y declamación. "En cuanto a la implicación política, es conocido que Sarita abanderó en A Estrada la manifestación en defensa del Estatuto de Autonomía de Galicia de 1936 junto a su profesor Antón Fraguas", recoge el artículo de Eva García.

Sus vidas cambiarían aquel mes de julio de 1936, como las de muchos españoles. Al padre de Sarita, marmolista y galeguista, lo fueron a buscar. Sin embargo, tuvo la suerte de que los guardias llamaron primero al portal de sus vecinos. Después de decirles que la persona por la que preguntaban no vivía allí, el abuelo de Eva García tuvo tiempo para alertar -golpeando la ventana con una escoba-a su vecino y aconsejarle la huida. "Así lo hizo. Salió por la puerta de atrás hacia las huertas; de ahí huyó a Vigo y luego embarcó camino de América", narra.

Sin embargo, su familia no tardaría en recibir requerimiento para que informasen en el cuartel de su paradero. Y allí se encaminó Sarita, acompañada de María. Sarita se mantuvo firme ante las insistencias y amenazas y declaró que no sabía dónde estaba su padre. En represalia, llamaron al barbero para que le afeitase la cabeza.

"Sarita lloraba, el barbero rapaba y le pedía perdón y María, mientras recogía los mechones de rizos que caían, miraba para el Cristo crucificado que presidía la estancia diciendo: ¡y para ver esto te tienen ahí!", relata su nieta. Cuando todo hubo acabado, las dos amigas recorrieron el camino de vuelta a casa, una con la cabeza cubierta por un paño y otra atesorando en otro los mechones recogidos.

Al correr la noticia, algunas amigas se apresuraron a su encuentro con pañoletas y sombreros, avanzando juntas por la calle principal hacia la casa de Fernando Conde.

Alentada por la rabia que sentía, María pasó toda la noche enganchando aquellos bellos mechones a un casquete para que Sarita pudiese salir al día siguiente a la calle con pelo en la cabeza, como si nada hubiese pasado y no pudiese continuar visibilizándose la injusticia que en ella se había cebado.

El artículo de esta estradense explica que el padre de Sarita reinició su vida en Caracas, hasta donde, en 1941, viajarían su mujer y sus dos hijos. Fue por ello que Sarita no llegó a ser la madrina de la hija pequeña de María, la madre de la autora de este trabajo. "Pero no dejó de llevar entre sus pertenencias la fotografía de Gonzalo Varela Agrelo y el anillo con el auguamarina que este le regalara", escribe García. Sarita contraería matrimonio en Caracas y la familia regresaría en los años 50 a la que había sido su casa en A Estrada.

"Las dos mujeres que compartiera tan traumática experiencia disfrutaron del tiempo juntas, que aprovechó Sarita para cerrar una etapa vital desprendiéndose del anillo con la aguamarina y regalándoselo a María, mi abuela. Con ella, el anillo fue y volvió del exilio forzoso", recoge el trabajo. Los Caramés retornarían a Caracas y las dos familias continuarán la relación por correspondencia.

Eva García concluye su recomendable artículo con las fechas de nacimiento y fallecimiento de la dos amigas. María Varela Agrelo nació en A Estrada en 1911 y aquí moriría en 1999. Sarita Caramés Quinteiro vino al mundo en 1919 y falleció en Caracas en 2013. Son dos mujeres unidas por una experiencia compartida y abrumadora que, en tiempos para olvidar, estaban a la orden del día. Una aguamarina sumergió el recuerdo de aquel traumático capítulo en la inmensidad de su azul, tornando la rabia en lealtad. En eterna amistad.

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