A Carmen García Iglesias -la entrañable doctora García que ejerció como médica de familia en A Estrada desde el 1 de abril de 1990 hasta su jubilación, el 30 de diciembre- la jubilación le ha sentado muy bien. "¡Bárbara!", admite entre risas. "Me jubilé por la gran sobrecarga de trabajo": levantarse a las 6.15, estar en el centro de salud desde las 7.20 y atender a entre 40 y 45 pacientes al día. "Más de 35 no se aguanta", admite. El envejecimiento poblacional y la soledad de muchos mayores de A Estrada le han pasado factura.

En los últimos años se disparó el número de pacientes que tenía encamados y, dada la gran dispersión poblacional, no podía atenderlos como le gustaría. "Los médicos hemos sustituido a los curas": la soledad de los mayores derivada del acelerado ritmo laboral de sus hijos y de la pasión de sus nietos por "los cascos e internet" hacen que hoy "ya nadie escuche las batallitas del abuelo"."El entorno influye en la salud. Es importante conocer el entorno familiar. Charlando y dando esperanzas te ahorras una pastilla", asegura. Es importante mostrarle que "hay luz de futuro al final del túnel".

Siempre pendiente de la salud de sus pacientes, tenía la sensación de "no dar abasto" . "Con una población tan envejecida", argumenta, "la medicina debe evolucionar. Tienen que crear un médico para asumir la hospitalización en domicilio, para que no haya que ingresar a los mayores. Ir al hospital solo les trae problemas: les sacas de su entorno, a las familias les resulta una complicación tremenda" y, para colmo, los mayores al hospital "suelen ir con un problema y venir con tres".

Con tal sobrecarga de trabajo,ya le "apetecía un descanso": tener tiempo para leer (antes priorizaba los últimos avances médicos), tomarse un café con sus amigos, viajar, visitar a su familia y "estar disponible" . Además, sus amigos -la mayoría docentes- ya estaban jubilados y siempre tenían que estar pendientes de ella para hacer planes. Pensó en jubilarse. "Al principio me dio vértigo. Me daba miedo tener tantas horas libres", sonríe. Tras dos meses viviendo para ella, afirma: "ahora entiendo por qué rejuvenecen los jubilados". Hasta ha cambiado parte de su estética. Siempre llevaba las uñas "muy cortitas y sin pintar", "por higiene", "para saber si están limpias". Ahora, las luce de color. Es un pequeño detalle muestra de la tranquilidad que ahora irradia su vida.

Le queda la satisfacción del deber cumplido: más de cuatro décadas consagradas al cuidado de los demás. Hasta al irse ha pensado en los demás: en el magnífico equipo humano que la ha acompañado durante las casi tres décadas que ha trabajado en A Estrada y en sus pacientes, "gente buena" de A Estrada, "muy respetuosos". Por ellos quiso jubilarse a finales de año: así su plaza podrá salir a concurso ya este año. A compañeros y pacientes quiere darles las gracias. Han hecho que durante los casi 29 años que ha trabajado en A Estrada -se cumplirían el 1 de abril- haya sido "feliz".

Nacida en Santiago el 28 de marzo de 1954, creció en La Rosaleda cuando allí "todo eran campos". "No jugábamos con las muñecas sino al fútbol y las chapas", recuerda. Allí, curando las "heridas de guerra", aprendió a "hacer curitas con mercromina". Era la "hija del medio" de Antonio García Pazo, un estradense bisnieto del médico Serafín Pazo, y de la profesora que regentaba el Colegio Niño Jesús. A los 11 años empezaría a estudiar en La Enseñanza, de la Compañía de María, y -dada la enfermedad de su madre- los tres hermanos estudiarían Magisterio. Buena en letras y ciencias, se decantó por estas para evitar las comparaciones con su hermano, "aun más brillante" en letras. Le gustaba Medicina y, tras acabar Magisterio, al fin pudo estudiarla. Lo hizo de manera brillante. En tercero, tras una pequeña oposición, entró de alumna interna en Neurología, donde tuvo "la gran suerte" de tener como tutor al doctor Noya, el que luego sería jefe de Servicio de Medicina Interna. "Era un gran profesional, muy, muy humano. Fue el que me enseñó a tratar al paciente, a respetarlo", asegura. Hizo la tesina sobre potenciales evocados en enfermedades neurológicas raras. Cursó el doctorado y "se suponía que me iba a quedar en el Clínico" pero se fue "de copas" a A Coruña y conoció a un grupo nuevo de médicos jóvenes que hacían una especialidad nueva: Medicina de Familia y Comunitaria. Eran de la primera promoción, la del 79. "Me encantó lo que me contaron, esa forma de ver la medicina que veía al paciente, su entorno, la prevención... Era lo que quería ser yo. Fue la mejor noche de mi vida", asegura.

Cambió su futuro para siempre. Se presentó al MIR, aprobó y pudo escoger el Hospital Juan Canalejo de A Coruña, donde estaba el germen de la Medicina de Familia. Fue de la segunda promoción de esa especialidad, que les hacía rotar por Medicina Interna, Pediatría, Ginecología, Cirugía y por un centor de salud. Aella le tocó Cambre. Pero su base era Urgencias. "Controlábamos todas las especialidades" y "eso es básico": da "una visión global". "Queríamos un sistema sanitario igual para los ámbitos urbano, rural y semiurbano", relata. Acudieron a "la gran manifestación del 81" en Madrid para "luchar por lo mismo que se está luchando ahora: la medicina tiene que evolucionar. No es solo curar. También hay que prevenir. Promocionar la salud en todos los campos".

Con solo 29 años, fue pionera al convertirse en la coordinadora mujer de Urgencias del Juan Canalejo. Tenía que demostrar a diario "que era igual o mejor que un hombre pero fue una época muy bonita".

Aprobó una oposición en Madrid y se hubiera ido al centro de salud de Coslada pero su padre tuvo una hemorragia cerebral y priorizó "ser un punto de apoyo para la familia".

La cercanía de A Estrada a Santiago influyó en que en 1990 recalase en su centro de salud. "No quería ciudad. Quería un centro semirrural con especialidades y en A Estrada habíaRayos, Ginecclogía, Psiquiatría, Laboratorio, Fisioterapia, Ojos..." y hasta la unían al municipio lazos familiares. Cuando llegó le dijeron que no se "acomodase mucho porque pronto construirían el nuevo centro de salu"... que se jubiló sin estrenar. Al principio, cuando pedía pruebas complementarias, los pacientes y sus familias se asustaban. Pronto empezarían a pedírselas, programadas, por prevención. "Si de algo estoy orgullosa es de que todos los pacientes salieran de la consulta conociendo su enfermedad, su tratamiento y por qué lo tomaban", para que no lo dejasen. Fue también una de las médicas de perfil investigador del centro de salud, que sería premiado como el mejor de España en varias ocasiones.

Ahora, ya jubilada, quiere disfrutar este año. El próximo, admite, puede que se plantee colaborar en proyectos puntuales con alguna ONG en Latinoamérica.