La localidad valenciana de Anna está situada en el conocido como Canal de Navarrés, situado a menos de una hora en coche de la Ciudad del Turia. Muy próximo al lago que le da nombre se encuentra un rincón de la Galicia gastronómica levantado en los años 90 por el matrimonio que forman el silledense de Cervaña Antonio Rodríguez Espiño y su esposa, la valenciana de Ayora Ángela Hernández. Hoy, el Hostal Mesón Lar Galego está en manos de los mellizos Ramón y Salvador Rodríguez, hijos varones de la pareja de fundadores que se conocieron en París. Antonio Rodríguez Espiño sigue yendo cada día al negocio que ahora regentan sus hijos varones.

-¿Cómo es que emigró a un país como Francia y no a Suiza, Alemania o Argentina?

-En aquella época un chaval que conocía estaba en el norte de Francia, en la zona de Metz. De todas formas, allí estuve poco tiempo, más o menos un año, volví a España para hacer la mili y después de me fui a París. En la capital de Francia trabajaba en una empresa muy prestigiosa de sonorización acústica y térmica. Lo que hacíamos era sonorizar piezas para pianos y teatros, y también fabricábamos tabiques sonorizantes y cosas parecidas. En París estuve unos 20 años y siempre en la misma empresa hasta que me vine.

-¿Dónde conoció a su esposa Ángela Hernández?

-Los dos frecuentábamos un centro español que había en París y allí fue donde nos conocimos. Era el año 1971 cuando nos hicimos novios y nos casamos cuatro años después. Nuestros hijos son parisinos, aunque como yo digo siempre sólo de simple papeleo.

-¿Siempre tuvieron claro que al volver irían a Valencia? ¿Nunca barajaron la posibilidad de regresar a Galicia al acabar en París?

-La verdad es que la vida da muchas vueltas, y las cosas suceden muchas veces de manera casual. Lo cierto es que yo tenía todo planeado para irme a A Coruña, incluso con un piso allí y todo. Lo cierto es que como te decía la vida te va llevando a sitios donde a lo mejor nunca imaginarías acabar.

-¿Cuándo deciden montar el hostal y mesón en Valencia?

-Tengo que reconocer que cuando volvimos de Francia la idea no era montar algo así. Lo que pasa es que teníamos aquí una casa y la arreglé. La casa era grande y tenía dos plantas. Realmente, la idea fue de ella. Todo empezó porque ella se quejaba de tener que estar sola en una casa tan grande y me dijo que por qué no hacíamos unas habitaciones y montábamos un negocio que entonces no había en esta zona. De esa forma empezamos los dos. En 1989 abrimos el hostal, y a los dos años fue cuando ya montamos el restaurante.

-¿Cómo fueron los inicios de un negocio tan arriesgado?

-Como siempre pasa en estos casos, al principio comienzas dando algunos bandazos pero desde luego no puedo quejarme de nada porque afortunadamente la cosa salió bien. Tengo que reconocer que cuando llegamos con la intención de abrir el negocio tenía mucho miedo de que no fuera bien. Este es un pueblo pequeño pero muy turístico. Cuando nosotros llegamos a Anna no había ningún tipo de restaurante en toda la zona. Se daban comidas, eso sí, pero lo que se dice un restaurante como tal no había. Yo temía que ofreciéndole a la gente algo distinto pudiéramos quedar colgados con toda la inversión que hicimos para poder empezar. Tuvimos suerte. Recuerdo que en los primeros meses la gente venía mucho por el pulpo y las empanadas que ofrecíamos. Empezamos con una carta no muy extensa de productos gallegos, pero había que empezar de alguna forma y pienso que acertamos.

-¿Tenían experiencia hostelera cuando abrieron el local?

-En absoluto. Mi experiencia se limitaba a ser cliente en los bares y nada más. Ya digo que tuvimos suerte cuando empezamos, pero también es verdad que se trabajó mucho para sacarlo adelante.

-¿Los valencianos aprecian la gastronomía gallega tradicional?

-Unos platos más que otros. Siempre me llamó la atención el éxito que tiene por aquí el caldo gallego. Te puedo decir que en esta parte de Valencia la gente pide caldo gallego incluso en pleno verano. Yo creo que los productos gallegos gustan en todas partes. Recuerdo que cuando llegamos aquí era cuando muchos valencianos iban a Galicia y cuando volvían me comentaban que habían estado en Sanxenxo o en Ordes, y todos decían que venían muy contentos. En este pueblo se servían muy pocos vasos de vino en los bares porque eran mucho más de cerveza.

-Tuvo que ser difícil hacer llegar los productos gallegos hasta Anna en los primeros años, ¿no?

-No te creas. Nosotros empezamos a trabajar con una empresa de Lugo que tenían un almacén aquí, en Valencia, y repartían pulpo, patatas de Lalín, grelos, chorizos, carne de cerdo salada y otros productos. No era como hoy, que lo tienes en 24 horas, pero entonces tampoco era tan complicado. Recuerdo deberle 500.000 pesetas al señor de esa empresa que te digo y tener que llamarlo para que viniera a cobrar porque era un hombre que se fiaba bastante de la gente. No era como pasa ahora que es factura servida, factura pagada. En aquellos tiempos había más confianza.