El policía local más veterano de A Estrada se jubila tras 39 años de servicio. A Luis Magariños las 65 velas de su tarta de cumpleaños le han traído la posibilidad de dejar de patrullar las calles de A Estrada para poder disfrutar de sus tres hijos y cuatro nietos.

Atrás deja una trayectoria de casi cuatro décadas como policía local en la que ha visto pasar por la Alcaldía a siete regidores locales: Suso Durán, Elvira Fernández, Manuel Reimóndez Portela, Suso Tallón, Ramón Campos, José Antonio Dono y José López Campos. Ahí es nada. Magariños era el más veterano de los efectivos de la Policía Local de A Estrada, a los que ayer quiso agasajar en la Cervexería Eureka de A Estrada. También ellos le homenajearán próximamente. Juntos han vivido muchas cosas. Entre otras, una revolución tecnológica que ha variado notablemente la labor policial desde 1980 -año en el que Magariños pasó de camionero a policía- y la actualidad.

Nacido el 2 de diciembre de 1953 en O Cruceiro de A Estrada, estudió la mayor parte del Bachiller en el instituto viejo de Serafín Pazo y un año ya en el nuevo. Admite que lo suyo no eran los libros. "No me gustaba nada, salvo las Matemáticas. Las letras no me entraban. El padre del actual alcalde, que me daba clases particulares de Latín, podría decirlo", recuerda con humor. "Por buen estudiante", bromea, su padre -que tenía un camión- le mandó sacar el carné de camión y le propuso "hacer la carrera más larga": empezar a ser camionero. Así ocurrió. Su padre falleció cuando él estaba en la mili. Trabajaría con Frende, Hierros Diego y una empresa andorrana para la que transportaba fruta hasta el Principado de Andorra.

En uno de esos viajes vivió en 1978 una experiencia "terrorífica" que le "marcó muchísimo": vivió de cerca el terrible accidente del cámping de Los Alfaques, en el que el estallido de un camión cisterna a la altura de Alcanar (Tarragona) causó 217 muertos y 300 heridos. Luis Magariños sabe que ese día volvió a nacer. Tuvo mucha suerte. El conductor del turismo que iba delante de él perdió en el siniestro a su mujer y a sus tres hijos. Magariños -que no puede evitar emocionarse al recordar ese infierno que vivió muy de cerca- ayudó en lo que pudo y tomó la firme determinación de quedarse cerca de su mujer y sus hijos, aunque fuese viendo reducidos sus ingresos.

En 1980, el Concello convocó cuatro plazas de policía: la primera promoción de la democracia. Y Magariños obtuvo una de las tres que se cubrieron. La cuarta quedaría vacante.

Eran otros tiempos. Muy diferentes a los actuales. "Sobre todo por las comunicaciones", explica Magariños. No había teléfonos móviles ni "talkies". A la Policía Loca había que buscarla a pie o en coche. Paradójicamente, eso reducía su trabajo. Ahora con el 112 y el COS (la central de la Guardia Civil ) la comunicación es instantánea. Ello hace que la gente se haya vuelto "más cómoda" y llame hasta para r"etirar una pequeña rama". Asimismo, ahora los efectivos policiales municipales no solo trabajan para el Concello. También lo hacen "para la Tesorería de la Seguridad Social" en caso de embargo -que motiva, por ejemplo, el precintado de vehículos- o para el juzgado, asumiendo la protección de las víctimas de la violencia de género. Más allá de dar respuesta a los accidentes de tráfico, de movilizarse para dar respuesta a cabalgatas y grandes eventos o de regular a diario el tráfico a la entrada y salida de escolares de los centros educativos, en los últimos años los policías también han tenido que afrontar una "actualización constante" por la informatización de los procedimientos. "La época de la informática me costó bastante", admite Magariños. "Me marcho sin cogerle del todo el truco a la tarjeta Gestiona", señala.Nada que ver con las nuevas generaciones, los nativos digitales.

Estos han cambiado mucho respecto de las generaciones que les precedieron. Se ha perdido el principio de autoridad,. "La educación de los niños no le corresponde ni al policía ni al profesor. En casa habría que controlar a los niños un poco más", reflexiona, tras ver numerosas escenas de botellón. "Hay que saber con quién están y qué es lo que hacen", dice ,convencido.

Por todo ello, Magariños -que admite la ventaja de la ropa de Goretex, que le evita las mojaduras que duraban hasta la noche de sus inicios como policía- no oculta que tenía muchas ganas de jubilarse. Sabe que alguno de sus compañeros podrá jubilarse cobrando el 100% seis años antes cuando en enero entre en vigor una nueva ley. Pero él "tenía su destino" y ha tenido que continuar hasta los 65. No había plazas adecuadas para elpaso a la segunda actividad.

Y a su edad, admite, hacer noches "era duro". El accidente de Los Alfaques primero y los turnos nocturnos después han minado su calidad del sueño. Necesita pastillas para dormir, que ahora confía en poder eliminar de su vida. A ello contribuirán a buen seguro los dos principales objetivos que se marca Magariños en su horizonte más próximo: disfrutar de su familia y cuidar de los frutales y las plantas del jardín de la casa de su mujer en la Anllada. Será un bálsamo de tranquilidad tras cuatro décadas de actividad policial en las calles de A Estrada.