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Juan Jacobo Suárez Carbia: "En la confitería París fuimos pioneros en Galicia en la fórmula del salón de té"

"Es cierto que nos falta el escaparate donde la gente vea lo que haces; que es algo que vende muchísimo"

Juan Suárez Carbia posa, ayer, delante del mostrador de su confitería París en Lalín. // Bernabé/Ana Agra

La vida de Juan Suárez Carbia transcurre entre la repostería y el balompié. En su céntrica cafetería y confitería París de Lalín el trabajo es frenético desde que apenas amanece, mientras que su afición al fútbol le viene desde muy joven cuando pasó de jugar en el Praíña a hacerlo con el Club Deportivo Estradense, estando a un paso de fichar por el Real Club Celta. Sigue echando una mano a los nuevos gestor del Club Deportivo Lalín, aunque reconoce que ahora le resulta imposible compaginar ambas pasiones por falta de tiempo.

-¿Cómo le ha ido en los casi 30 años que lleva en Lalín al frente de la céntrica confitería París?

-Bueno, hubo momentos mejores y otros peores. Recuerdo que por el 98, más o menos, pasamos por una crisis importante. Sin embargo, la buena ubicación y el trabajo que hacemos contribuyeron a hacernos con una clientela fiel estando siempre en el mismo local. Nosotros venimos a Lalín con la idea de alquilar un local. Llegamos en una época en la que apenas había dos locales disponibles donde el alquiler nos pareció inasumible. Entonces, un amigo de mi hermano nos dijo que se iba a hacer un edificio enfrente de donde vivía, lo venimos a ver y lo compramos ya en obra. Nos gustó el sitio, y eso que en aquella época al final de la calle, en la parte de abajo, había un cuello de botella. Nos confirmaron que eso lo iban a abrir, como así fue, y nos instalamos en el local.

-¿No les pareció difícil montar un negocio tan, digamos, escondido en el interior del edificio?

-Es cierto que nos falta el escaparate donde mostrar nuestro trabajo, y que vende muchísimo. El poder enseñar lo que haces y que la gente que pasa por la calle lo pueda ver es algo fundamental. Eso es algo que le otorga todavía más mérito a lo que hacemos porque gracias a Dios tenemos una gran clientela tanto de Lalín como de fuera.

-¿La París es ahora más cafetería que confitería o pastelería?

-Tengo que desvelar que eso fue otra de la visión que tuvieron mis hermanos cuando empezamos con el negocio. Ellos estudiaron en la Universidad Laboral de Gijón, y en la ciudad asturiana ya se estilaba mucho en aquellos años lo del salón de té con zona para degustación. Y creo que en la confitería París fuimos pioneros en Galicia en la fórmula de salón de té. Hay que tener en cuenta que en esa época en A Coruña sólo había un local de ese estilo, y en toda Galicia siete u ocho como máximo.

-Tuvo que ser toda una sorpresa para el pueblo de Lalín.

-No te creas. Fue una idea muy bien acogida en Lalín. Me acuerdo que al principio, cuando abrimos, todas las tardes nos llegaban auténticas riadas de personas. Había unas tres horas en las que trabajábamos a tope porque ya te digo que venían en oleadas. Ahora también hay mucha gente, aunque en los días que hace mucho calor la gente prefiere por la tarde sentarse en la terraza que entrar en un local cerrado como el nuestro.

-¿Le gustaría que alguien de su familia siguiera con el negocio?

-Como sabes, yo no tengo descendencia, pero en la confitería que tiene uno de mis hermanos en A Coruña ya está al frente un sobrino. Eso quiere decir que en la familia contamos con alguien dispuesto a mantener la tradición repostera. Hay que tener en cuenta de que este trabajo no es para todo el mundo porque hay que madrugar mucho y trabajar durante muchas horas. Por eso es necesario cada día echarse un poco por las tardes para poder recuperar fuerzas. Y con los años cada vez es más complicado mantener ese ritmo por razones evidentes. Pero ya digo que mi sobrino lo lleva bastante bien y parece que tiene madera para esto.

-¿Es el fútbol su segundo amor?

-Sin duda alguna. Es curioso porque empecé a jugar en el Praíña, el equipo contra el que juega mañana (por hoy) el Lalín. Tenía 14 años, con ficha falsificada durante toda una temporada. Al año siguiente fue cuando me fichó el Estradense. El Praíña pedía 50.000 pesetas por mi baja, después bajaron a 25.000. Me las dio el presidente de su bolsillo y sólo me cobraron 10.000 cuando pedí la baja.

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