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El estradense que renació tras "ver la luz al final del túnel"

Tras superar un infarto, el hostelero jubilado Pepe Rodríguez se enrola en la gestora de Corazon-es para propiciar hábitos saludables

José Antonio Rodríguez, conocido como Pepe Piaf, en la alameda estradense. // Bernabé / Juan Carlos Asorey

El hostelero jubilado José Antonio Rodríguez Rodríguez nació en Castro Dozón hace siete décadas. Pero realmente debería tener dos partidas de nacimiento. Y es que, tras toda una vida en A Estrada, volvió a nacer hace unos meses cuando sufrió un infarto. Emocionado, asegura que en esa experiencia extrema llegó a "ver la luz al final del túnel" de la que hablan muchas personas que han vivido experiencias que le sitúan al borde de la muerte.

"Sentí una paz que no es de este mundo. No le tuve miedo a la muerte ni a nada. Vi un túnel larguísimo, sin fin, con una luz muy potente al fondo que me atraía muchísimo. Me satisfacía, me relajaba. Moría feliz. Quería llegar al final. Pensé: mamá, voy contigo. Aunque falleció hace 6 años, siempre la tengo en la mente", recuerda emocionado.

También se acordó de su amigo David Pedreira, el empresario directivo de la Asociación de Comerciantes da Estrada (ACOE) fallecido en 2015 mientras que jugaba al tenis, demasiado pronto, siendo aun joven. Pero la insistencia de la doctora y la ATS que le tendían en el helicóptero no le dejó concentrarse en nada de ello. "No cierres los ojos, háblame", le decían. A su llegada a Santiago, seguía viendo la luz al final del túnel pero allí, en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) -como también relatan otros estradenses que han estado ingresados allí- tuvo la fortuna de tener a su lado a un ángel originario de A Estrada: la sanitaria Fátima Tafalla. Le atendió con la profesionalidad y la humanidad que la caracteriza. "Es encantadora, una auténtica pasada. Es una joya", proclama.

Lo peor había pasado. Atrás quedaban los duros momentos que Pepe había pasado en su casa cuando, tras terminar de comer, se tumbó en el sofá y de su boca brotó "una aguadilla" que inicialmente le había hecho pensar que le había hecho daño la comida. Tras vomitar, se había vuelto a tumbar y de nuevohabía sentido náuseas y una presión muy fuerte por encima del pecho. Mirándose al espejo, se había dado cuenta de que estaba "pálido como la cera" y de que "sudaba" a chorro. Había sido entonces cuando alertó de lo que le ocurría a una señora que le había ayudado a cuidar a su madre para que le llevase en coche al centro de salud. Había ido a Urgencias. "Atendedme, que me estoy muriendo", les había dicho. Su médico, el doctor Sanmartín, fue "muy humano con él, un pasada". Le metió una pastilla bajo la lengua y llamó al helicóptero.

También en Santiago su cardiólogo y el personal que le atendió fueron "muy humanos". "El sistema sanitario me ayudó mucho", señala. Aunque el corazón no le ha quedado dañado, le implantaron un dispositivo que podría ayudarle a salir adelante si sufre un nuevo infarto.

El que sufrió le ha cambiado la vida "cien por cien". Por supuesto, ha cambiado de hábitos. Llevaba 40 años fumando. Por supuesto, lo dejó. Aunque admite que fue "horrible" y que aun le "tira". "El alcohol no lo pruebo. Solo tomo café y te. No me los quitaron", añade. También ha cambiado por completo su alimentación. "Ahora como todo a base de hortalizas y de pescados... Poca carne". Y acostumbra a "pasear".

También ha cambiado su forma de ver "la vida". "Me siento más humanitario. Después de lo que pasé no comprendo el egoísmo para tener, tener, tener... ¡No tenemos nada de nada!", exclama, emocionado. La experiencia por la que pasó, la "luz" que vio al final del túnel ha hecho incluso que "vuelva a creer". Él, que nunca fue muy creyente, ahora tiene claro que hay algo más allá de esta vida. Cuando era niño, no comprendía que su madre -que trabajaba duro porque eran "pobres"- le dijese que había que tener paciencia. Tampoco le gustó que le "inculcasen cosas que no podía" comprender. No iba a misa porque veía a "gente que va mucho y es mala". También observaba que la Iglesia "no se mueve por la humanidad y por los necesitados". Por eso, "creía en Jesucristo y poco más". Era católico pero "no practicante". Pero, como reza el dicho, "apretado te veas para que lo creas". Desde el momento del infarto "creo profundamente en que hay algo más allá" de esta vida. Se quedó "convencido". Y si bien no va a misa, ahora suele ir a la iglesia cuando no hay nadie para tener una conexión íntima con lo divino.

Pero, como el infarto también le ha hecho ser "más humano", está dispuesto a predicar con el ejemplo inculcando los hábitos saludables que él mismo ha adoptado y que podrían evitar que otros estradenses pasen por lo que él ha pasado. De ahí que se haya enrolado en la gestora de Corazon-es, la asociación de estradenses sensibilizados con el riesgo cardiovascular que nació recientemente en A Estradacon la vocación de impulsar acciones que favorezcan hábitos saludables y de demandar, además, de las administraciones acciones que vayan en esa línea para favorecer la salud de la población estradense.

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