La construcción de los grupos escolares, allá por los años 70, motivó la proliferación de marquesinas construidas por los propios vecinos a base de bloques o chapa, para que sus hijos se resguardasen del mal tiempo mientras aguardaban el bus. Ya en los años 80, rara era la aldea que carecía de una caseta a pie de carretera patrocinada por las cajas de ahorros y diseñadas en poliéster. Con el tiempo, la administración provincial y la Xunta tomaron el relevo en estas dotaciones, mejorando aquellos diseños casi cerrados al exterior para sustituirlos por cristaleras que hacían más agradable la espera por el autobús, ya fuese tanto para ir al colegio como, en el caso de la población adulta, para acercarse a la cabecera comarcal o la ciudad a tramitar papeles.

Ahora, casi medio siglo después de aquellos primeros refugios, lo raro es ver a alguien haciendo uso de una de estas casetas. Y esta situación permite comprender, precisamente, hasta qué punto han cambiado los hábitos en poco más de una generación. El número de niños que viven en el rural ha caído desde aquel baby boom de los 70 de una forma estrepitosa, de modo que a veces los escolares ya ni disponen de parada de autobús y sus progenitores tienen que trasladarlos en coche a la más próxima o, directamente, hasta el centro educativo en el que estudian. Pero además, el transporte particular sigue predominando sobre el público, y en una población cada vez más envejecida no cabe duda de que resulta también más confortable. El transporte compartido entre escolares y adultos que la Xunta promueve desde el año pasado mediante el programa Tés + bus apenas tiene tirón en la comarca, mientras que, de los nueve concellos de Deza y Tabeirós-Montes, solo A Estrada y Vila de Cruces participan en otra iniciativa, la del transporte metropolitano que les conecta con Santiago.

Con este panorama, no es de extrañar que las marquesinas, igual que ocurre con las viviendas vacías, los hórreos en desuso o las fincas incultas, vayan cediendo terreno al paso del tiempo y, sobre todo al avance de la maleza. Es cierto que el deterioro de estas construcciones es más notable en las que se encuentran en zonas rurales o al pie de carreteras en las que hace tiempo se eliminó la parada del autobús. El problema radica en quién tiene la responsabilidad de hacer unas mínimas labores de mantenimiento en estas casetas. ¿Es el concello, la Diputación, la Xunta o acaso la empresa concesionaria de la línea? Lo lógico es que se encargue el ayuntamiento, puesto que es quien solicita la marquesina e indica su ubicación idónea. Es obvio que, en los cascos urbanos, sí actúa la administración local. Así ocurre en algunos refugios restaurados en Lalín y Silleda. Pero habría que pensar en qué hacer con los cobertizos que están en vías interurbanas o en núcleos rurales y que, aunque sea en casos muy puntuales, si estuviesen más adecentados podrían servir como zona de descanso tanto para los lugareños durante una tarde de paseo como para peregrinos en su ruta a Compostela. Basta pensar en la marquesina de Bendoiro, ubicada en un tramo de la antigua N-525 y a escasos metros de la estación de servicio. Las zarzas se cuelan entre las paredes una vez que el hierro y el cristal ya han cedido, mientras que los helechos se encargan de ir ganando espacio a un banco que, por el momento, aún no ha comenzado a pudrirse. Pero lo hará.

Ahora que estamos inmersos en una vorágine decorativa del entorno urbano, sobre todo en Lalín con su despliegue de paraguas y molinillos de colores, es el momento de recuperar mobiliario al que puede dársele otra vida, o al menos concederle la oportunidad de tenerla. Del mismo modo que en su momento la entrada a Silleda saludaba al viajero con un enorme mural del monasterio de Carboeiro, las marquesinas pueden adecentarse y servir de soporte publicitario tanto municipal como, previo pago por este servicio, de empresas. Solo se trata de copiar un hábito instalado desde hace décadas en las ciudades.

El ejemplo de Pardiñas

Pero tampoco hay que estar girando siempre la mirada hacia las urbes para buscar inspiración. En la localidad de Pardiñas (Guitiriz, Lugo), hace un par de años el Concello decidió reconvertir la marquesina, construida en cemento y que sí se usaba como punto de encuentro entre los vecinos, en un mural que sirviese de colofón a la Ruta da Auga, que termina justo al pie de la construcción. A través de un taller de arte, cinco jóvenes y su profesora inmortalizaron el agua como símbolo de fecundidad. Junto a ella, la figura de una mujer (otra fuente de vida) y plantas que germinan. Los laterales de la marquesina quedaron a disposición de los vecinos y de quien pase por allí, para tener la opción de plasmar sobre ellos una frase con la que completar esta obra colectiva.

Para usar solo durante los meses de verano

En la N-525 a su paso por Margaride (Silleda) hace tiempo que esta marquesina perdió las cristaleras de los laterales y de la zona posterior que impedía la entrada de lluvia y frenaba las rachas de viento en los días más crudos del invierno. Así que este modelo descapotable está abierto al público (nunca mejor dicho) solo en temporada estival.

Moderna construcción soleada en la rúa Areal

No todo iban a ser críticas. Esta marquesina de la rúa Areal, en el casco urbano de Lalín, es un buen ejemplo de cómo pueden emplearse nuevos materiales y conceptos para disfrutar de unas excelentes vistas mientas se espera el bus o se hace una parada en la caminata. Y encima, el entorno también está impecable. Eso sí, no busquen la sombra.

Alfombra verde para llegar a los asientos

En Albarellos, en la carretera que enlaza Lalín y Rodeiro, la Xunta colocó en su momento una marquesina acristalada, luminosa y con capacidad para seis personas. Los bancos pueden utilizarse, pero la cuestión está en cómo llegar a ellos sin pisar la vegetación. Y el material de las paredes ya comienza a desprenderse.

Un ´hórreo´ cerca del ambulatorio de Silleda

Silleda, al igual que Lalín, también ha echado mano de algunas marquesinas del casco urbano. La de la imagen se localiza en las cercanías del centro de salud y, por el tejado, recuerda al de los hórreos, tanto por ser a dos aguas como, incluso, por rematar con dos sobrepenas o tornaaguas, también propias de los cabaceiros.Acusa daños en sus cristales.

Una partida de airsoft que empieza en Graba...

Las casetas para esperar al bus construidas a base de planchas de uralita fueron, en muchas ocasiones, la solución que encontraron los vecinos para disponer de un lugar en el que aguardar sentados. En Graba (Silleda), una de estas construcciones está a punto de mimetizarse con las acacias, hasta tal punto que casi cubren buena parte de la entrada.

... y remata en la marquesina de uralita de O Carrio

La maleza también está ganando la partida en una marquesina de uralita de O Carrio, en Val (Lalín). Las zarzas crecen directamente en su interior, apoyándose en las paredes y siguiendo un camino que, en poco años, transformará el gris metal de la marquesina en un verde propio del entorno. El espacio que aún dejan libre las zarzas sirve para colocar carteles de fiestas y mítines.

Un pequeño vertedero de basura que podría ir a más en una caseta al pie de una vía nacional

La estructura de la marquesina entre las localidades de Moimenta y Cadrón está en buen estado, pero es el suelo el que no invita a sentarse. Papeles, latas de refrescos y otros desperdicios demuestran que este refugio sí se utiliza.

Una caseta en Cadrón para no perderse una fiesta

La colocación de publicidad sobre mobiliario urbano está penada con multas de entre 10.001 y 250.000 euros. En la práctica, todos los concellos dezanos emiten bandos cada año en los que alertan de estas sanciones. Pero, como ocurre en esta marquesina de Cadrón, hay quien hace caso omiso. Eso sí, merece la pena pararse a consultar esta agenda festiva si se busca plan verbenero.

Nueva visión del cemento en Carboentes

Los bloques de cemento son otros de los materiales de las primeras marquesinas. En Carboentes (Rodeiro), la construcción echa mano de otro material tan modesto como accesible, la uralita. Eso sí, pena que no se hayan usado más bloques para construir un asiento. De momento, no se conocen protestas por su proximidad al cruceiro de piedra.