Alfredo y Elisa llegaron a Sequeiros -en la parroquia estradense de Lamas- recién casados y con todo cuanto poseían en el mundo concentrado en el espacio que ofrece un carro de vacas. Él panadero, ella modista. Ambos nacidos en distintos lugares del vecino municipio de Silleda. Nada les unía, en realidad, a este enclave de A Estrada pero aquella casa que alquilaron en un cruce de caminos habría de convertirse en su hogar y, con el tiempo, también en referente para todos los vecinos del entorno. A Casa de Alfredo -hoy también "a de Blanca" para muchos vecinos- cierra esta tarde sus puertas después de tenerlas abiertas al público durante siete décadas como taberna y tienda.

De todo, como en botica. Esta parece haber sido la máxima que se aplicó en esta tienda de aldea de A Estrada durante sus muchos años de historia. El negocio que fundó el matrimonio formado por Alfredo García y Elisa Diéguez brindó a los vecinos de toda esta amplia área rural estradense no solo la posibilidad de tomar una taza de vino o un café estrechando lazos con los lugareños sino la oportunidad de acceder a artículos de primera necesidad sin tener que planificar el viaje que antaño representaba su adquisición.

Es posible que cuando llegaron a Sequeiros Alfredo y Elisa no imaginasen lo que conseguirían trabajando codo con codo. En un primer momento alquilaron la casa y abrieron una taberna. La vivienda tenía un horno de piedra, en el que Alfredo no tardaría en hacer gala de su profesión. El negocio fue creciendo y la familia, también. El matrimonio compró la casa, hogar de sus hijos tres hijos, Manuel, Marina y Blanca García Diéguez. Esta última serían quien tomase las riendas del establecimiento.

A la taberna inicial se sumó a finales de los 60 el ultramarinos. La familia acudía cada semana a Poio para comprar en el almacén que entonces tenía una conocida firma del sector de la alimentación. Regresaban a Sequeiros con la furgoneta hasta arriba. Y todo era poco. En aquel momento en esta parte del rural de A Estrada no había un establecimiento con una oferta comercial similar. Solo existían algunas tabernas y una ferretería. Fueron buenos años para el negocio, que a comienzos de los 70 incorporó un nuevo horno desde el que repartir a los vecinos el pan de cada día, que en los primeros años se distribuía con ayuda de un burro.

"En 1972 se vendía bastante", reconoce José Manuel Loureiro, nieto de los fundadores de A Casa de Alfredo. Durante décadas ha sido su madre, Blanca, la que estuvo tras el mostrador de esta tienda. En ella uno puede encontrar prácticamente de todo. Al amplio surtido de alimentación se suma un apartado de perfumería, otro de mercería -desde sábanas hasta ropa interior-; área de menaje -tarteras, sartenes o cubertería- y zapatería. Botas, catiuscas, deportivas o pantuflas son algunas de las piezas del surtido. La tienda no tuvo nunca ferretería pero, por lo demás, cualquier artículo cotidiano de primera necesidad tiene un hueco en sus estanterías.

Tienda y taberna convivieron durante muchos años. Sus puertas estuvieron estas siete décadas abiertas todos los días de la semana, 365 días al año. En los últimos tiempos se apostó por reservar para el descanso de los propietarios las tardes del sábado y el domingo. Y es que los tiempos no son los que fueron. El rural ha perdido mucha población y este tipo de establecimientos terminó por convertirse en ocasiones en el recurso fiel para incorporar a la despensa en el último momento ese artículo olvidado en la lista de la compra. Su amplio horario comercial la convertía también en referencia para las compras en domingo, una jornada muchas veces más propicia para la caja registradora que varios días de semana juntos.

Esta tarde, A Casa de Alfredo cuelga el cartel de cerrado tras 70 años. Mañana viernes ya no abrirá sus puertas. Después de muchos años de trabajo, Blanca García Diéguez saldrá de detrás del mostrador para comenzar a disfrutar de una merecida jubilación. El establecimiento baja la verja después de haber sido durante décadas un referente para sus vecinos, no solo para quienes acudían a realizar sus compras sino también para aquellos que encontraban en esta taberna un punto de reunión, de información o de desconexión.

Alfredo y Elisa dejaron un legado en esta tierra estradense a la que llegaron un buen día. Su hija tomó el testigo de aquella ilusión con la que un día abrieron las puertas de su negocio. Hoy, a partir de las 19.00 horas, familia y clientes volverán a reunirse en la Casa de Alfredo para brindar por la historia de un establecimiento en el que fundadores y vecinos encontraron aquello que estaban buscando.