Si hay algo que resume el espíritu de la Fundación Paco Lareo A Solaina, de Piloño, es su respaldo a todo tipo de artistas, sean o no reconocidos y trabajen con el material que trabajen. Por eso, es lógico que la casa en la que nacieron los cinco hermanos Lareo se convirtiese ayer, en su planta baja, en la sala de exposiciones de los trabajos de tres artistas argentinos, con motivo del intercambio que organiza Sons da Mina con una delegación de Campana, en respuesta al que hubo, al otro lado del charco, el pasado mes de noviembre.

Walter Melo es uno de los que participan en este intercambio. Estuvo ya en Cruces, cuando se inauguró la réplica que hizo del primer coche argentino, el Mataperros. Y, al recorrer la exposición, queda claro que en sus joyas también tiene a Vila de Cruces como musa, pues ha tallado delicadezas inspiradas en el Galo de Curral o en el puente de Ponte Ledesma. Melo recrea también sus paisajes y costumbres argentinas. Son, en total, una veintena de piezas que pueden observarse hasta este miércoles y que comparten espacio con las fotos de Rolando Ambrosio y las pinturas de Mariano Tello, que no pudo acudir al intercambio. Echando mano de un giro de palabras y bajo el título genérico de Cuentos Asombrosios, Ambrosio presenta una decena de instantáneas en las que juega un papel muy grande la literatura. Con Río Vita, de Tello, se completa esta primera aproximación cruceña a la inspiración creativa al otro lado del Atlántico.

La inauguración de la muestra estuvo abierta al público, que también tuvo la oportunidad de escuchar el repertorio del grupo de música Coto Rancho. Sus integrantes tocaron piezas del folclore argentino, entre las que no pudo faltar un tango. Dado que se trataba de una ocasión tan especial, el grupo Sons da Mina, que se disolvió meses atrás por la dificultad para compaginar horarios, volvió a tomar los instrumentos para demostrar que ha marcado un antes y un después en la música de raíz.

Con la inauguración de ayer, cruceños y argentinos cierran una intensa semana que los llevó a recorrer numerosos parajes de la geografía gallega, como la capital compostelana, el conjunto de hórreos de Combarro, en Pontevedra, o la Feira de Artesanía e Música Tradicional, en Guitiriz, Lugo. Tampoco faltaron veladas para descubrir la gastronomía cruceña.