-¿Son agradecidos los vecinos de una parroquia como ésta?

-Yo creo que sí. Como usted sabe, siempre hay algunos que no se pueden comprometer tanto como otros por razones como el trabajo y otras cosas. Sin embargo, en la asociación nunca encontramos ninguna oposición por parte de nadie, al contrario. La parroquia se volcó con la asociación desde el primer momento porque vieron que todo lo que podíamos hacer juntos le iba venir bien a todos los vecinos de Soutolongo.

-¿Llegó usted a dar clase en la antigua escuela parroquial?

-No estudié en ella, pero cuando me lo pedían iba a darles clases a los niños. Siempre me gustó mucho estar con los pequeños, y desde joven tuve una gran vocación religiosa y de catequista. En nuestra familia hubo muchos religiosos, y de ahí me viene esa vocación. Hasta hace tres o cuatro años daba catequesis a los niños de la parroquia porque, como le digo, siempre me gustó mucho.

-¿Tiene algún documento preferido en su recopilatorio?

-¡Es que son tantos! Ya le digo que de toda la vida me gustó guardar para que nada se perdiera. Hay una carta escrito de puño y letra por el obispo Fray José Gómez a la que le tengo especial cariño. Era un gran hombre, y en nuestra familia lamentamos mucho su muerte. También guardo recuerdos de confirmaciones o primeras comuniones de los chicos de la parroquia. Me gusta, de vez en cuando, repasar esta especie de archivo para mantener el recuerdo.

-¿Qué le pareció el homenaje que le ofrecieron el domingo?

-Muy emotivo y cariñoso. Fue un día muy especial para todos, tanto para mi como para Rita y Antonio, los otros dos vecinos a los que premiaron, y con razón.