Como los robles que la vieron nacer en Dozón, Esther Sara Chorén Fernández ha llegado a los cien años de vida con toda la fuerza de estos árboles centenarios. Lo hace en Moaña a donde se trasladó su familia hace unos 70 años. Esta mujer, que pidió consulta al astrónomo Ramón María Aller, sobre un problema de mecánica para su hermano que trabajaba en un taller y tenía que doblar un tubo manteniéndolo hueco, celebró ayer su siglo de vida, con una gran fiesta, rodeada de su familia, en la casa de turismo rural O Canastro, de su sobrina Puri Chorén, con la que reside desde hace 11 años.

Sara Chorén tenía casi treinta cuando tuvo que dejar la comarca del Deza ya que su padre, natural de Cercio, en Lalín, Raúl Chorén Fernández, decidió que había que buscar otro destino, que las tierras en Lalín las tenía muy dispersas para hacerlas productivas y encontró en San Martiño, en Moaña, la propiedad que reunía las características, con casa grande y gran extensión para cultivar. Adquirió la finca de Paxarín, en donde empezaron una nueva vida, dedicados a la producción de patata, maíz y vino, en donde hoy, en manos de sobrinos, sigue dedicada a la producción agraria, aunque con grandes extensiones de kiwi.

Sara, que sigue teniendo una cabeza prodigiosa, era la mayor de 10 hermanos, de los que hoy solo viven ella y el más pequeño Luis, con 85 años. Siempre demostró ansias por saber, por estudiar, la lectura fue su compañera de viaje durante toda su vida hasta que los problemas de visión, por la edad, se lo han impidieron. Reconoce que en la época en la que nació había pocas posibilidades para estudiar, pero ella se empeñó y a los 20 años pudo ir a una escuela en Lalín. Primero vivió en casa de unos familiares cercanos y después en la de una amiga. Se preparó, y de las diez mujeres que acudieron a Santiago a examinarse de la Reválida, Sara fue la única que aprobó. Su meta era la docencia y lo logró.

Su primera escuela fue en Lalín, en donde había estudiado el bachillerato, hasta que se tuvo que ir a vivir a Moaña. Recuerda que le faltaban dos años de música para acabar la carrera de Magisterio y la acabó en Moaña, con clases con el director de la banda.

Tras aprobar la carrera, a Sara le llegó su primer destino como profesora. Fue en O Hío. Para aquella época y todavía sin coche, O Hío quedaba lejos y Sara Chorén tenía que vivir en la parroquia canguesa. Era profesora de 97 niños, recuerda. Cuándo se le pregunta qué le ensañaba a aquellos pequeños, responde con gran sentido del humor y se ríe: "Primero a estar quietos. Era una escuela que tenía una gran mesa, como la de un comedor, en la que cabían 30 sillas". Tras O Hío, estuvo de profesora en Tirán y una vez que aprobó las oposiciones, llegaron los destinos por distintos lugares de Galicia hasta el definitivo en Meis, en donde se jubiló.

Ayer, muchos vecinos la abrazaban: "Es muy bonito estar contigo". La fiesta concluyó soplando las 100 velas en una gran tarta y con chocolate con churros que ella misma pidió.