La sequía que desde hace meses pone en jaque el suministro de agua en varios concellos por el momento no hace peligrar los cultivos de maíz. Los campos aguantan con las escasas lluvias que además cayeron de vez en cuando desde mayo. La planta ha conseguido germinar -eso sí, más de un agricultor tuvo que sembrar por segunda vez debido a las incursiones de jabalíes y cuervos- y, a priori, "la cosecha puede ser normal, tirando a alta", apunta el secretario comarcal de Unións Agrarias, Román Santalla. Pero al maíz aún le quedan dos meses más hasta que se recoja o bien para silo o bien para desgranar. Así que todo depende de cómo vengan las próximas semanas en cuanto a precipitaciones. Si no llueve de forma notoria, incluso podría no espigar, lo que se traduciría en una notable pérdida de tiempo y, sobre todo económica.

Lo malo es que, si la cosecha de maíz no es buena, de forma inmediata sube el precio de la soja y de otros componentes que se utilizan para elaborar pienso y que, normalmente, se importan de Estados Unidos. El maíz mira al cielo en busca de agua, sí, pero los dueños de las fincas están pendientes de las incursiones del jabalí. La planta está a punto de espigar, pero aún así algunas fincas ya sufren daños. Santalla calcula que esta temporada se saldará con destrozos en entre el 10 y el 15% de la cosecha en las fincas de las dos comarcas. Puede no parecer un porcentaje elevado, pero si a ello se suma que la Xunta ni siquiera dispone ya de partida económica para indemnizar estas pérdidas, resulta que al agricultor le cae sobre los hombros una piedra más, que se suma a la que ya soporta desde hace dos años con las continuas caídas de precios de la leche cruda.

Los ganaderos de momento optan por no regar los maizales. Pero eso sí, ya tienen que cargar agua para saciar la sed de sus animales. Año tras año, se hace más evidente que el clima de la comarca, igual que en el resto del país, camina hacia una tropicalización, con lluvias menos escasas y que, de vez en cuando, se convierten en aguaceros. Por eso, desde hace algunas temporadas se buscan cultivos alternativos al maíz, que precisen menos agua pero que tengan un alto valor en cuanto a proteínas. Por eso, es frecuente ver en los campos dezanos plantaciones de girasoles, que además no precisan tantos fertilizantes, ya que padecen menos plagas y tampoco suelen cubrirse de malas hierbas. Otras de sus ventajas son que precisa una tierra con menos calidad que la del maíz y, que suele sembrarse más tarde que éste, así que en caso de que no pudiese recogerse a tiempo la hierba para forraje por cuestiones como primaveras muy lluviosas, siempre hay la garantía de poder sembrar otra vez sobre el mismo terreno.