Sus fogones de la Cava Baja madrileña han dado de comer a reyes, príncipes, jefes de Estado, presidentes, celebridades del teatro y el cine, y a varios miles de personas que no quisieron dejar pasar la oportunidad probar sus célebres huevos estrellados. Lucio Blázquez visitó ayer Lamela junto a su familia invitado por el presidente de la Fundación Amigos de Galicia, Miguel Villar Costoyas. La entidad le hará entrega hoy en el Centro Superior de Hostelería de Galicia el XV Premio Nacional de Gastronomía "Lola Torres", en colaboración con el Concello de O Grove y la Axencia de Turismo de Galicia.

-¿Qué le parece su recibimiento en tierras gallegas de estos días?

-Voy a decir una burrada, pero me pareció "de puta madre". Llegamos ayer (por el martes), y la verdad es que el recibimiento que nos están dando es más propio de dioses. Es algo extraordinario, pero no me lo esperaba, la verdad. Lo importante es hacerlo bien con la gente, que es lo que al final nos llevamos para el otro mundo.

-¿Cuántas veces ha estado en Galicia desde que se dedica a la profesión de mesonero?

-Yo he venido muchísimas veces a Galicia cuando era más joven. Recuerdo que aquí conocí a un montón de alcaldes, al propio Manuel Fraga y a compañeros tan importantes como los hermanos Vilas, el dueño de El Chocolate, Solla y todos esos grandes mitos de la cocina gallega de toda la vida. Lo cierto es que siempre he dicho que me encanta la comida de aquí, y por eso durante toda mi vida me he llevado mucha materia prima para Madrid procedente de Galicia porque es realmente fantástica.

-¿De verdad que no ha pensado aún en jubilarse de los fogones?

-Sigo yendo al local todos los días, tanto por la mañana como por la noche. Tengo a mis hijos, que son unos fenómenos, y que están conmigo, así que no puedo quejarme ni tampoco pensar en dejarlo. Te puedo decir que mis tres hijos son abogados, y estudiaron en Inglaterra y en los Estados Unidos obteniendo muy buenas notas, la verdad. No es amor de padre, pero puedo decir que los tres son majos, sencillos y unos fenómenos. Hace cinco o seis me hicieron un homenaje allá en Madrid los de la escuela de hostelería y en realidad era para que mis hijos no ejercieran la carrera. Querían que con la fama que tenía yo, y perdona que presuma un poquito, que siguieran conmigo y dejaran la abogacía. Al final se vinieron los tres conmigo.

-¿Eso quiere decir que está garantizado el futuro de un local tan emblemático como Casa Lucio?

-Hombre, yo creo que sí. Si Dios quiere pienso que sin duda así será porque todos ellos son muy buenas personas, desde luego.

-¿Cómo consiguió que un plato tan aparentemente sencillo como es de los huevos fritos sea tan apreciado por sus clientes?

-Cuando quiera le invito a mi casa para que vea cómo los hago. Tengo que reconocer que mis huevos fritos no son extraordinarios sólo para mí porque las gallinas los ponen para todos. Lo que pasa es que yo tengo una forma de hacerlos que los hacen diferentes a todos. El secreto estriba, como en todo lo que hacemos en nuestra casa, en la materia prima que utilizamos, que es la mejor que se puede comprar. Los huevos los traemos de la Sierra de Gredos de Ávila y son unas gallinas que tienen hasta música en el prado por el que corren, el aceite es de Jaén, la cocina de carbón, sartenes muy antiguas, y luego otra cosa muy importante es que al contrario de otros cocineros, que pochan las patatas por las mañanas, nosotros las hacemos en el momento para todos los que las piden. Y la patata es gallega, por supuesto, porque como te decía antes yo de Galicia me llevo desde hace años mucha materia prima a Madrid. Llevo años trabajando con pescaderías coruñesas, por ejemplo, y por eso algunas veces digo en broma que son más gallego que muchos de los que viven aquí.