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Alberto Baamonde Bello: "En el rodaje nos maravilló el trabajo de los productores"

"Hay autonomías donde se puede comer mejor, pero no tienen la materia prima que tenemos nosotros aquí en Galicia"

Baamonde durante el rodaje del documental premiado "Cocinando en el fin del mundo". // Noemí Chantada

El largometraje documental "Cocinando en el fin del mundo", dirigido por el vigués Alberto Baamonde Bello y producido por Esmerarte Industrias Creativas, ha sido elegido ganador de la 23 edición del Premio de Xornalismo Gastronómico Álvaro Cunqueiro. El trabajo de Baamonde pretende desentrañar, a través de la gastronomía, el equilibrio entre tradición y modernidad en un territorio de contrastes.

-Supongo que el galardón es un espaldarazo para el documental.

-Sin duda nos llega en un muy buen momento porque los procesos de los documentales son muy largos con una inversión muy potente por parte de Esmerarte. Es un largometraje de hora y media de duración que tiene detrás un gran trabajo de investigación, guión, rodaje, montaje, banda sonora y todo eso. Nuestra intención es dar a conocer ciertos aspectos de la gastronomía gallega, sobre todo fuera de Galicia. Hay autonomías donde se come mejor pero no tienen la materia prima que tenemos aquí.

-¿Es cierto que estamos ante una revolución silenciosa dentro de la gastronomía gallega?

-Sin duda, porque yo creo que el ruido se lo están llevando ciertas propuestas más caras o más llamativas o con casi mejor marketing, incluso muchas son estrictamente individuales como es el caso del cocinero David Muñoz. Yo creo que las esencias no son tan conocidas porque se ponen los focos en la parte más visual y más creativa. Falta comunicar la base, y en Galicia tenemos esa base y en el Grupo Nove lo que se trabaja es la base y con un respeto profundo al productor y a la tradición, que pretenden actualizarla. Es un trabajo silencioso en el sentido de que es constante, durante muchas horas al día, y no sólo del cocinero, si no de toda la gente que está detrás. En el rodaje nos quedamos maravillados con el valor del trabajo de los productores que están recuperando razas autóctonas como, por ejemplo, pasa en Riós con una explotación ganadera donde las cuidan de una manera impresionante.

-¿Quizás nos acercamos con demasiados clichés a lo que se conoce como cocina de autor?

-Hay clichés del público con barreras negativas que no son ciertas, como en todas partes, porque te puedo decir que yo salí reventado de comer de todos esos sitios, y eso que existe la creencia de que se come poco. Luego hay clichés a la hora de venderlo en los documentales, por ejemplo. Nosotros vimos otras referencias, que son totalmente dignas, pero que trabajan en la creatividad pero sin fijarse en el valor. Cuando empezamos creíamos que íbamos a hacer algo más tirando a datos vistosos o tensión en la cocina. Los del Grupo Nove nos dijeron desde el principio que habían aprendido con sus madres en la cocina y que todo eso sólo ponen al día. Ellos nos abrieron un poco los ojos, y nuestra obligación era dar a conoce la labor del Grupo Nove y de mucha más gente porque esa es la verdadera revolución silenciosa.

-¿Le ha dado tiempo a retomar su trabajo después de haber filmado el documental premiado?

-Hace dos años quedé tan desfondado del documental, que empecé otro como un producto más personal que estoy terminando con el cocinero Javier Olleros del "Culler de pau". Se trata de un trabajo completamente distinto y lo hago para salir de un proceso tan largo de cinco años como el de "Cocinando en el fin del mundo". Quería coger yo mismo la cámara y grabar porque Javier tenía una historia muy bonita que contar porque es una persona maravillosa, además de todas las circunstancias que le pasaron en su vida como los cierres de locales y demás. El sitio que tiene en O Grove es muy bonito con una comida maravillosa y sensible porque trabaja con los productores de cercanía con una facilidad asombrosa, y el documental finalmente acabó siendo otra película de hora y media, y estoy trabajando en ello para poder estrenarlo dentro de poco. También seguimos trabajando en otros proyectos de Esmerarte. El premio gastronómico me gustó que fuera desde Lalín, que fue donde arrancamos el largometraje filmando en el restaurante La Molinera con un cocido, por supuesto, porque nos pareció ideal empezar con un plato tan tradicional de la gastronomía gallega.

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